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Ella y la cuerda de la vida
Sus dedos sujetaban mi mano empapada de sudor; sus ojos manchaban con saladas lágrimas sus desteñidas mejillas ya un tanto pálidas por la luz de la luna que alumbraba la sofocante habitación.
Mis pies jugaban con el suelo en un baile de nerviosismo mientras su respiración agitada trataba de seguir haciéndose notar. Como alguien que desea agarrar el último nudito de cuerda antes de caer al pozo sin fondo. Tratar de mantenerse viva era su única meta.
Y yo que no encontraba como hacerla sentir mejor cantaba una canción insignificante para sus sordos oídos. Y aun así estaba tan viva dentro de mi, tan cerca, tan apunto de caer pero bien afirmada en su cuerda imaginaria.
Sus manos sangraban por la aspereza de la soga, hasta que no pudo más y en un último suspiro; en un último intento por subir; cayó y vomito el último aliento con ese olor a vejez.
Allí estaba recostada sobre su cama, con sus ojitos más opacos que nunca y sus labios abiertos, congelada pero aun tibia y su mano seguía apretando la mía. Ya no luchaba, ya no subía, ya no estaba.
Ahora era yo la que trataba de agarrar la cuerda que me cortaba la tristeza, de no morir entre lágrimas. Escalaba sin moverme y miraba sus facciones ya inertes. Así fue, se fue, lejos y sin decir adiós. Y mi canción, que aun seguía sonando, se pagaba dentro de mi, buscándome despacito entre mis sueños y todo lo que veía en ella.
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Texto agregado el 31-08-2005, y leído por 156
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