La gente                                                     cuando está  
			                                                           de fiesta, le importa 
		   	                                                            muy poco la tristeza 
		   	                                                           de los que están solos 
			 
 
 
   		La noche es muy oscura. Porqué‚ tienen que  ser tan oscuras las noches? Porqué no puede  haber noches con sol. Pero...Cambiaría algo?  No.  Nada. Sería lo mismo. Con sol o  sin  sol, de noche o de día. Total, que más da. Estaría caminando en esta misma forma, como lo estoy haciendo ahora. Solo!  Y por esta vereda más oscura por las  ramas de los  árboles que dan un aspecto fantasmal y lúgubre. Apenas oigo mis pasos en este andar. Pensando en todo lo que podría ser y no es.Recuerdo una casa en unas cuadras más atrás, con sus ventanales muy bajos, las cortinas corridas hacia un costado por donde se podía ver claramente, una mesa lujosamente adornada con todo lo que se puede desear en un día como hoy. Dentro de dos horas, varias personas estarán sentadas a su alrededor disfrutando con muchas ganas  todo eso. O...quizá  mucho antes de dos horas; porque por más veinticuatro de diciembre que sea, algunas personas tienen hambre antes  de las doce.		 
Estoy cruzando la bocacalle muy despaciosamente. Un gato viene corriendo desde el medio de la calle. Imprevistamente está  ante mi.  Se para de golpe con la cola y el lomo levantado, los pelos muy erizados en posición de defensa. No hago absolutamente nada para asustarlo; paso a su lado ensimismado  en mis pensamientos, mientras llego a la vereda de la cuadra siguiente.  
	-Y otra vez los  árboles grotescos con sus ramas fantasmales cerniéndose siniestramente sobre mí. 
	Más luces que de costumbre iluminan algunas casas; en ellas, risas exageradas como  burlándose de mi andar solitario. 
   	Detrás  de  una  verja, dos  niños  juguetean con unos palitos con estrellitas en las puntas y a pasos de ellos, un perro estúpido ladra provocativamente, mientras paso a su lado con mi inmutable silencio. No tengo  animo de ningún tipo de réplica, mucho menos  con  este  perro  ignorante que ni  siquiera  tiene  la inteligencia de no ladrar a quien no lo molesta. 
		Sigo caminando más despacio,  metido  dentro de mis pensamientos que me atormentan y se tornan insoportables. 
Y mi andar,  sigue  siendo lento. Otra  casa  con ventanales bajos y abiertos. Un  espantoso   árbol ridículamente adornado con luces que se prenden y se apagan. Absurdos  paquetitos  cuelgan de sus ramas. Todo  es  absurdo. 
  Para qué‚ tantas lucecitas en un  árbol que... miran- dolo bien...ni siquiera es un  árbol; solamente una rama de pino con un montón de porquerías  encima.  Y  me sigue llamando la atención las lucecitas. ¨Para qué‚ tantas?  si están encendidas  las  del  techo  que iluminan toda la casa. 
A lo mejor a mi me asombra un poco porque yo no necesito tanta luz. 
	   Mis pasos siguen devorando sombras en esta noche tenebrosa que destroza mi alma dolorida. 
  	-Recuerdo la felicidad de otros tiempos..   la felicidad, la alegría disipada por palabras dolorosas, hirientes. Pensar que estaba alegre hasta que...se me ocurrió meterme en esa casa que...Para qué habré ido! Había una niña. 
		¡Ándate! - me dijo- Detrás de ella, alguien pelaba frutas.  
No se si fueron estas palabras las que pronunció, pero que más da . El resultado es el mismo.  Si  viene mi mamá te hecha a patadas!  
d.C. media vuelta y salí corriendo, totalmente desconcertado, destrozado, dolorido. Ni siquiera una migajas me ofrecieron. Es muy claro; la gente cuando está  de fiesta le importa muy poco las tristezas de los que están solos. 
Si en este momento me pisara un auto y muriera; ¿Me llorarían? Sí, Quizás  llorarían. ¿Por mi?  No! seguro que no. Llorarían por ellos mismos porque se pierden el placer de seguir viendo vivo al que murió. Es un deleite personal, aunque solo lo vean de vez en cuando. Solamente por eso llorarían. 
		-Y sigo caminando tristemente, porque quiero la inexistencia del pasado, en este presente que, ya es pasado donde todo se diluye agonizando dolorosamente. 
		Estoy cruzando otra esquina. En la vereda de enfrente, un grupo de ignorantes se burlan de un pobre borracho que no les hace nada. Sus mentes inopias no les deja ver que quizás , añore los momentos felices del ayer que, ya no tiene, en este hoy que se resiste.  
 Detengo mi marcha irritado. Tengo lastima por el borracho, pero mucho más por esos idiotas que tanto dejan  que  desear  en este mundo y mucho más aquí, donde los humanos se jactan de ser tan cultos y benefactores de los demás.  Uno  de ellos, quizá  el más idiota, detiene su ridícula y estúpida burla para gritarme algo, no se que. Yo lo miro y vuelve a gritarme: 
		- Fuera de aquí! Al mismo tiempo levanta un pie‚ y lo golpea sobre la vereda.  
Lo sigo mirando sin inmutarme. Se agacha enfurecido para agarrar alguna piedra. Sin esperar m s, salgo corriendo y a mitad de cuadra me detengo. Miro para atrás y puedo ver como siguen las burlas. 
		Más casas con luces encendidas. En todas los espantosos   árboles con sus ridículos adornos y las exageradas lucecitas.	 
El bullicio empieza a tornarse insoportable. Gritos por todas partes, risas grotescas. Alguien m s idiota de los que se burlaba del borracho, me tira un cohete que explota a mi lado y otra vez salgo corriendo mientras oigo risas, muchas risas que solo me dan tristeza.	 
    	Me está  venciendo el cansancio. Busco un lugar para dormir. Camino hacia la entrada de una casa y me acurruco en el umbral. Empiezo a cerrar los ojos, y...Plaf! 
	Una puerta que se abre. 
    - Fuera de aquí!   ¡Porquería!. 
Me levanto sobresaltado y salgo corriendo, corriendo. 
Nuevamente me detengo dando vuelta la cabeza mirando y mirando. No veo nada, nada. Ni una sombra, ni una luz. Ni siquiera esas lucecitas que quisiera ver con alegría. 
	Estoy llorando, sí. Llorando. Llorando porque nosotros también lloramos. Lloramos cuando estamos solos, muy solos y rodeados de tanta tristeza.	 
		Y ya no aguanto más, no, no aguanto más. Dejo  escapar  un aullido silencioso... estoy parando las orejas y ahora...me pongo a ladrar. 
	 Otra vez salgo corriendo, corriendo, corriendo, corriendo. 
     -Y no quiero dejar de ladrar! 
 
        Omar Ordòñez 
  |