Tengo la gran dicha de haber tenido el mejor padre del mundo, siempre se lo agradecí a Dios por tanta felicidad.
Su oficio? Trailero, o gandolero como se le conoce en mi Pais Venezuela, pienso que la angustia de saberlo lejos me hizo quererlo con más intensidad, y de lo cual tomaba muy en cuenta el gran peligro que corría ya que su misión era, llevar un gran cargamento unas 2 veces al mes de un extremo a otro del pais... Una pesada y peligrosa carga... dinamita, si dinamita, el riesgo al que mi viejo se expuso toda su vida me hizo siempre verlo como un gran héroe.
Cada viaje, cada kilómetro recorrido, era para el un reto a la vida, nunca nos dijo que cargaba, pero yo lo supe, y el jamás se enteró de que yo conocía su secreto.
Fueron muchas las veces que lloré sentada en la acera frente a mi casa, esperándo con lágrimas en los ojos que mi héroe apareciera, al ver cruzar la esquina el pesadísimo camión y con un pitazo nos anunciaba que había llegado, era el momento más feliz de vida, mis lágrimas de tristeza pasaban a ser, lágrimas de alegría.
Siempre llegaba cargado de frutas y regalos para nosotros, yo solo quería su presencia, sus besos y sus mimos, lo demás nunca me importó.
Recuerdo con mucha ternura que tenía ya como mis 8 o 9 años y me quedaba dormida en el sillón de nuestra sala, mi mamá, lo llamaba- Rafael Rafael, ven para que pases a Merly a su cama, yo, despertaba con los gritos de mi madre, pero no abría los ojos ya que venía lo mejor de la historia, mi padre me alzaba con esa ternura a pesar de ser un hombre grande y fornido, sus brazos se convertían en el más suave regazo, me acostaba con mucha suavidad para que según el, yo no me despertara, y me daba un beso, el más rico beso en mi frente. Yo jamás abría los ojos, pero cuando sentía que salía de mi habitación, podría asegurar que era la niña más feliz sobre la tierra y esbozaba una sonrisa.
Su generosidad era increíble, cierto día lo acompañé a una pequeña bodega o tienda de mi pueblo y estábamos en plena compra cuando llegó una niña como de mi edad a comprar unas cuantas monedas de pan, la niña al perecer había perdido el dinero y solo ajustaba a comprar muy poco de lo que su mamá le había encargado, mi padre al saber esto, agarró una gran bolsa y se la llenó de Pan, queso, mantequilla, arroz muchas cosas y mis ojos no podían creer lo que veía, agarró a la niña y le dijo, toma y llévale a tu mamá, le metió un dulce en su pequeña manito y la niña salió feliz, con la pesada carga. Esto nunca lo olvidé, y he tratado de seguir su hermoso ejemplo.
Mi viejo y yo, inseparables amigos, los años pasaron muy de prisa, yo me casé y llegó el momento de tener a mi primogénita, esá mañana desperté con los primeros síntomas de que mi bebé ya le urgía por salir, y les dije: Mamá, Papá, su nieta va a nacer hoy. Ellos muy sorprendidos de mi tranquilidad y siendo yo, madre por primera vez no me creyeron, pero mi padre siempre allí conmigo, vigilante, cuando le dije Papá es la hora, ya comenzaron las peores contracciones, llegó la hora de irme a la clínica, mi padre estaba sentado en un sofa, cuando de pronto me dijo, es cierto mija? ya? y yo le dije si papá Ya, fué entonces cuando me dijo noooo tu no te puedes ir al hospital sin comer, allá vas a pasar mucha hambre, la comida es lo peor que te puedas imaginar, y rapidamente me hizo un rico plato de pasta.
Nació mi hija, el era el abuelo más feliz sobre la tierra, y de nuevo al salir de la sala de parto, estampó un gran beso sobre mi frente, esta vez si estaba despierta y la sonrisa se la ofrecí a el. Fué entonces cuando me dí cuenta que mi cara estaba mojada de sus lágrimas.
Disfrutó mucho a mi hija Laura Cecilia, sus grandes ojos azules eran su mayor alegría.
Esa navidad me fuí desde la Capital al interior del pais a pasar las navidades con mis padres, ya que habíamos tenido la perdida de una de mis hermanas y teníamos que estar juntos, era mi deber, mi padre, dentro de su tristeza era feliz al saberme cerca, ya mi hija tenía un año y 10 meses estaba hermosa, sus juegos y gracias lo hacían saltar de alegría.
Esa madrugada del 5 de Enero de 1.994, fué un día muy amargo para mi. la vecina tocaba la puerta con mucha insistencia, y yo abrí la puerta, me dijo: Merly tu papá está en la clínica, acaba de sufrir un infarto, mi desesperación era tanta que el solo hecho de saberlo en una cama me desgarraba el alma.
Partí rapidamente en mi carro, cuando recibí la llamada a mi celular de unos de mis tíos y me dijo, Merly por favor, sé fuerte, tu papá acaba de fallecer...no lo podía creer, mi padre muerto, no podía ser verdad.
Al llegar a la clínica vi a lo lejos a mi madre quien lloraba desconsoladamente, me acerqué a ella y me dijo... Hija se nos fué tu padre, el acaba de morir, rapidamente corri a su encuentro, quería verlo, quería que me sonriera, quería verlo de pié, lo abracé y sobre su cuerpo aún caliente lloré desconsoladamente la partida de mi gran héroe. No pude despedirme de el, no le pude dar en vida un ultimo beso, los que le daba... ya no tenian sentido el estaba muerto y no me sonreía con su cara pícara.
La muerte de mi padre, ha marcado mi vida de una manera tal, que ... a veces pienso que sigue a mi lado y que nunca se fué.
Mi gran consuelo es que... Le dí en vida todo el amor y los besos que pude darle, siempre le demostré lo mucho que lo quería, y jamás le hice pasar un mal rato a causa de mi comportamiento.
Mi padre es mi gran Héroe, hoy mañana y siempre!!!