Asqueado de si mismo, inevitablemente manchado con aquella sangre inocente, las angustias de la culpabilidad le sumían en el desasosiego aunque, en rigor, era absolutamente inocente. Las pruebas lo condenaban sin embargo y eso era una dolorosa mortaja para su espíritu. Se contemplaba y se veía a si mismo como un esperpento, como alguien sin voluntad alguna y que sin embargo ahora soportaba el estigma de un horrendo crimen. Contempló aquella mano impoluta que se agitaba jactanciosa luego de empuñar ese puñal descargado con saña sobre la víctima. El arma quedó depositada junto a él, acaso sometida a las mismas torturas de su conciencia. Horas más tarde, el arma homicida y aquel guante de cuero fueron recogidos por los peritos policiales. Ahora la tarea era encontrar las pistas que permitieran descubrir a tan fiero asesino…
Texto agregado el 29-08-2005, y leído por 275
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Lectores Opinan
01-09-2005
¿el guante? anemona
31-08-2005
Me recuerda a aquellas pesadillas de las que cuesta salir, en las que tu voz se ahoga y no puedes pedir ayuda. iolanthe