Son millones las palabras,
pero no sé si quiero que me oigas.
No sé qué amor es éste,
pero no quiero tener los ojos,
si me obligan a ver la avaricia de tus manos...
No quiero las gigantes orejas,
si tengo que oír que me has matado,
sería mejor no saber que he muerto.
Ya no hay forma
de que no suenen mis pasos...
El actor se muere
cuando el alma
agita las esponjas.
el sudor es enfermizo
y fatal
cuando el seno blanco
se muestra a la luz oscura,
que dolor...
¡Que mis manos se pudran!
Ni de niño ni de adulto
se extirpan las espinas del pecho.
Texto agregado el 29-08-2005, y leído por 141
visitantes. (1 voto)