Visiones de un inadaptado social.
I. Visión auto-conciente (locura comprimida).
Estoy encerrado en la amargura que me presiona a seguir viviendo. Y doy por hecho que amo la vida porque deseo la muerte. A menudo, el deseo de algo nefasto es más intenso y deseable que sobrevivir en un mundo teñido del gris vacuo de una sociedad sin nombre. Ahora me encuentro parado en el intangible espacio del inconsciente colectivo, y no descubro mas que una mezcla multicromática de objetos inherentes a un mundo que se autodestruye continuamente, y entre las cenizas renacen seres cada vez mas uniformes, más parecidos, más disciplinados, más manipulables y más felices. Y pienso en mí, no me encuentro en un lugar tan deliciosamente vacío. Veo el neón que derruye las sombras, ese cáncer que invade el alma. No puedo evitar dar las gracias al universo por hacer de mi existencia un evento efímero que como cascarón de huevo se quiebra ante el deseo omnipotente y malvado del ente humano.
II. Visiones artísticas (oda a las telecomunicaciones).
Una mancha de luz brillante como sol invade retina y tímpanos, es una verdadera explosión de flasheantes imágenes que cruzan mi cerebro como leónidas incandescentes. Ese resplandor radioactivo me provoca chasquidos mentales. Entonces es cuando efervecen los esteriotipos, fluyen a la par de la ignorancia. Aquello que mis contemporáneos creen bello se convierte en lo más nefasto que mis sentidos han abstraído, mas no deja de ser cotidiano. La repulsión crece, pero no puedo dejar de absorberlo. Me llena, me rodea, me tortura. Es un veneno adictivo que se come famélicamente mi alma. Un monstruo a colores, una voz en el olvido. Cada vez escuchamos más, pero nunca habíamos estado tan sordos. Así es como los sueños se fragmentan en píxeles, códigos binarios y segmentos de fibra óptica. Ignorando que la habilidad de comunicarse es sustituida por la de ser comunicados. Sabiendo que la porquería que asimilamos es considerada la máxima expresión del arte.
III. Visión tecnológica (alegoría industrial).
La neblina matutina se eleva con olor a muerte. El aceitoso rocío llena de pulcritud los engranes corroídos. La lluvia del día anterior ha inundado los pastizales de asfalto y las bestias automovilísticas son obligadas a saltar entre las aguas marrones. Troncos de barro se elevan y revientan en una tupida fronda de vapores tóxicos. Y así el sol se oculta tras esa manta humeante, tal y como lo hace la hormiga obrera. El brillo en sus ojos cromados denota ausencia de un alma, son cuerpos muertos que dan vida a máquinas inanimadas. En su colmena de mármol la reina alardea de su grandeza, las obreras ignoran la plusvalía, habitan con penas sin gloria ¡Ay de mí propia existencia destinada a ser reina u obrera! ¿Cómo escapar del negro sueño? Sin embargo, el mundo esta convencido por rutinaria teoría que así debe ser la existencia en la tierra bañada por la peste de una mente indecente.
IV. Visión económica (zambullida de mercado).
Entre dólares y euros se despiertan las pasiones. Bailan al son de la avaricia, y juegan piedra, papel o tijeras con la mano invisible. Esa mano negra y tiránica vestida con un guante de boxeo. Unas curvas que se mueven con placeres, esa oferta y esa demanda que dictan lo que el hombre quiere. El libre mercado que esclaviza al consumista. Aquel producto tan lleno de gracia “el señor es contigo”. Una teoría económica monopólico, un mundo controlado por oligarcas. Entre inflaciones y devaluaciones se encuentra el alma humana. Aquel desempleo que todo lo abarca. Esta moneda de dos caras, una para el rico y otra para las ratas. La casa de cambio, donde se remplaza la cordura. Ese capitalismo de unos cuantos y ese comunismo de otros pocos. Este empresario sin domesticar. El impuesto a la vida eterna.
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