Es la sensación de no tener, ni merecer nada en esta vida, creerte el caso de risas, de habladurías entre la gente. Te sientes humillado por la sociedad, y te vas arrinconando en un hueco de tu casa, en silencio sufres por dentro, te sientes desdichado y destrozado... Vives en la incógnita, y sientes que te ahogas entre un paréntesis, eres el raro, el conflicto para los demás: Eres basura, que no pinta nada.
La impotencia y la rabia te va llenando, pero no logras explotar.
Tu corazón se va haciendo más grande, para poder cargar con tanto sufrimiento, que te abate en los sueños más desagradables. Imposible, pero entre los sueños también eres infeliz.
Vas creando un muro a tu alrededor y te aíslas, cuando lo que realmente te apetece es luchar, pero finalmente decides que lo mejor es aceptar que simplemente la vida ha sido injusta contigo, que es una realidad que tienes que afrontar, y que aunque sea doloroso, también el amor está prohibido en tu vida, en tus sueños... Sólo puedes imaginarlo, y te aferras a que es algo muy lejano.
No encuentras ningún valor a tu vida, tan solo te llenan pequeñas cosas, que sabes que al final del tiempo no serán suficientes para darte la felicidad que buscas. Por eso, cuando se agoten las últimas gotitas de felicidad que te han quedado, volverás a llorar, sin más fuerzas, te rendirás, y pensarás que, una vez más, has anhelado más allá de lo que deberías, y vuelves a culparte de idiota.
Te vas siendo duro contigo mismo, pero en el fondo, eres la mejor persona que existe, un fiel amador que sueña con amar y en su chica ideal.
Piensas que está tan lejana... El amor para ti es como algo platónico, que plantan ante tus narices sólo para recochinearte, y hacerte ver que no está echo para ti; pero aún así, sigues pensando en él.
Es tan difícil explicar a los demás lo que es tu mundo... y cuando encuentras las palabras para intentar dar una mínima idea, los demás tratan de hacerte ver las cosas buenas, pero tú te empeñas en pensar que son sólo ánimos, y que sólo tú eres capaz de entenderte. Por eso, vuelves a cerrar tu concha y sufrir sin el consuelo de una voz amiga.
Lees esto y te echas a llorar, porque ves aquí tu historia reflejada, pero... quiero que sepas, que esto es sólo para intentar que veas, que muchas veces, todos nos sentimos así: solos, desesperados, amargados, hundidos, humillados, apartados...
Pero eso no es razón para matarte tu propio corazón, cuando éste busca ansiosamente una salida, y cuando cree encontrar una puerta, tú la cierras y te niegas a la posibilidad.
Aunque muchas veces tengas que bajar la cabeza, tengas que caer, y sentir como tu dulce corazón se parte en mil pedazos, da el paso, atrévete con todo lo que te propongas, y échale ganas, porque lo vas a poder conseguir.
Ante todo siempre tienes que tener en cuenta tus verdaderos valores, lo que eres como persona y lo mucho que vales.
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