Julio llegaba hoy, en el colectivo del medio día. Un aliento de sensaciones distintas, había pasado por la mente de Paula, hasta dar con la indicada; rencor; eso era lo que ahora corría por sus venas; un furioso rencor. Después de dos años de alejamiento, y sin ninguna clase de noticias, regresaba a la ciudad; así, como si nada; - ¡bastardo! – gritó dentro de la camioneta, mientras lo esperaba en el estacionamiento de la terminal. Había pasado demasiado tiempo para ella; sola, a cargo de un hijo; bajo una infinidad de noches llorando, tras las paredes de la casa. Pero hoy volvía al hogar; el mismo que había dejado por una mujerzuela veinteañera sin ninguna culpa, alegando que se había enamorado; con solo un llamado repentino como aviso. Y allí estaba ella, con los ojos perdidos en una mezcla de bronca y añoranza; hablando en voz alta, al ver pasar su vida en un instante. El golpe en el vidrio la sobresaltó; Julio estaba allí; con su sonrisa acumulada en esos dos hoyitos dorados, y su cabello revuelto por el viento; casi sin palabras, se abrazó a él, en una inmensidad de sentimientos dispares. La siesta bañaba su piel, como una melaza imposible de rechazar; alto; atrevido; sensual. Paula había esperado una eternidad por ese encuentro, aunque el resentimiento se apoderara de ella, casi a menudo;
- ¿Viajaste bien Julio?
- Sí, un poco lento, por el tránsito, pero bien; ¿ Y vos?; ¿ el nene, no vino?
- No, prefirió ir a la casa de su amigo; creo que el miedo, la bronca...
- Si, claro, puedo entenderlo, después de tantos meses. – Paula aún sentía ese cosquilleo que le trepaba por las piernas, hasta apoderarse de su alma-
- ¿Trajiste más equipaje?
- Sí, estaba esperando que bajara – Y como una luz que desciende del infierno, sus ojos se pasmaron en el irreprochable cuerpo, casi adolescente-
- Ah, no te había dicho, te presento a Mariana, mi pareja...
Ana Cecilia.
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