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Inicio / Cuenteros Locales / cuentos_colectivos / Los sábados son siempre lo mismo.

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(Relato Colectivo)
the_man_who
dolordebarriga
Olvido_Aras
Vincho
el- parricida-huerfano
elpinchequijote (pendiente)



Los sábados, aún con la resaca, suelo sentarme en el puente a mirar pasar los coches y clasificarlos por su color. Hoy ganaron los amarillos. El amarillo es el único color que distingue mi madre de entre su gama tonal de grises. “Tengo la vista de una perra”, grita cuando se desespera. Me ponía a llorar y le tapaba sus ojos para que no me viera llorar en blanco y negro. Eso antes. Tiene mucho que no lloro. Para ella siempre he sido rubio. “Soy castaño”, le dije a los diez años y me soltó una bofetada.

Desde este puente igual se tiene la ventaja de ver pasar a alguna niña que alce la mano diciéndote adiós, o la desventaja de que sea algún chiquillo que estire su mano para hacerte alguna señal obscena. Hoy ganaron las niñas. Igual puedes conseguir que la persona con quien vayas, termine dándote un beso y proponiéndote ir a su casa o tu termines besándola y empezar la acción en la parte oscura del puente. Hoy salimos perdiendo los dos.

Esta tarde pasó un autobús en cuyo costado estaba pintando un graffiti que decía “¿Qué hemos hecho para merecer esto?”. Una mujer asomaba su cabeza por la ventana y miraba atenta el graffiti. Tenia una mueca que me hizo suponer que conocía la respuesta.
the_man_who

Los sábados son iguales a todos los días. ¿Dónde estará ahora el 45 que recoge mi llanto?. Con ochenta y dos años cumplidos ya no debería quejarme, pero me duele tanto que se me acabe la vida entre la televisión y el banco del parque. No tengo ya fuerzas ni para caminar más que el trecho que va desde casa a la tienda de abarrotes y de allí, hasta el banco del parque donde me siento a observar lo que hacen los demás. Trescientos metros que de joven recorría en menos de un minuto y que, sin embargo, ahora se me hacen eternos.

En la televisión, un hombre vestido con un horrible frac amarillo me aconseja por décima vez en dos días que debo ser previsor e invertir mis ganancias. Por la tarde, mientras observaba la vida desde mi banco, pasó el 45 y en su costado estaba pintando un graffiti que decía “¿Qué hemos hecho para merecer esto?”.

Me puse a llorar, a llorar sin lágrimas, ya ni tengo fuerzas para hacerlas brotar, a llorar como tan sólo lloro cuando algunas noches, ya acostado, pienso en Beatriz y en todo lo que ella jamás pudo hacer y, sobretodo, en todo lo que yo jamás, pudiendo, no supe, o no me atreví, (lo cual es todavía peor) ni a comenzar.

Siento rabia, dolor y una tristeza infinita por esta vida que se me escurre sin haberla podido llenar nunca. Ni siquiera hasta la mitad. Ni siquiera hasta la mitad. El hombre de amarillo desaparece y ahora una chica en bañador me anima a que compre su cerveza. El sábado se acaba.
dolordebarriga


“Los sábados son definitivamente el peor día de la semana. ¿Te puedes creer que alguien ha pintado en el costado de mi autobús un graffiti que dice “¿Qué hemos hecho para merecer esto?”?. Algún jodido niñato subversivo, como todos esos niñatos subversivos que se sientan con sus resacas y sus caras amarillentas a verme pasar, sin subirse, solo a verlas pasar. En sus bancos, los niños, los viejos cansados de vivir, las chicas semidesnudas paseándose entre los seres humanos amarillos. A verlas pasar.

El autobús corcovea, y tose cansado, y yo lo noto. El 45 está hoy sábado manchado de rojo y de negro. Cada vez que paso por esta calle montando a horcajadas el 45 siento que la vida se escurre, como los goterones que se escurren de la pintada todavía fresca. ¿Qué hemos hecho para merecer esto? Letras gordas y negras. Letras de luto inquisitivas. Letras que dejan un pulso amarillo en las gargantas de los que los leen el desesperanzado mensaje de un don nadie polivalente.

Pero solo yo sé que los sábados son definitivamente el peor día de la semana. Hoy he atropellado a una señora gorda que paseaba orgullosa un enorme globo amarillo por Insurgentes. He manchado la carrocería del autobús, pero no me he parado a ver si la mujer estaba muerta. Seguro que sí. Seguro que ella también ha pensado que qué habría hecho ella para merecer eso. Pensando, claro, que haya tenido tiempo de leer la pintada que algún jodido niñato subversivo ha grabado hoy en el costado del 45. - Olvido_Aras

Otli tuvo un mal día, su mujer murió en el parto al igual que su hijo, como era normal en aquellos tiempos, ambos recorren ahora el camino al Mictlán, a la tierra de los descarnados, de los que ya no sin de aquí; el chamán se lo había advertido: “viene al revés”. De nada le valieron sus cansadas excursiones al cerro de Chontalcuatlán para buscar las hierbas que, en forma de bebedizos y acompañados de masajes, magias y plegarias al dios viejo, a Ixcoazauhqui, el “de la cara amarilla” le darían a ella y al pequeño la fortaleza que necesitaban.

Diario La Prensa: ¡ATROPELLÓ Y SE DIÓ A LA FUGA! por Darío Mora Jurado.
Ciudad de México.
“En una muestra más de impunidad, el camión número 45 de la ruta Indios Verdes-Ciudad Universitaria, atropelló y dio muerte a una mujer aún no identificada en la avenida Insurgentes a la altura del Poliforum Cultural Sequeiros; de acuerdo a los testigos que presenciaron horrorizados el sangriento acto, el chofer ni siquiera disminuyó la velocidad del convoy después del percance.
La mujer que falleció en el momento, al revisar el cuerpo para hallar alguna identificación, se le encontraron los restos de lo que al parecer fue una vasija de barro prehispánica color amarilla con diversos glifos y polvo en su interior. El porqué la tenía y hacia donde la trasportaba será causa de una investigación que iniciará el Instituto de Antropología e Historia en coordinación con la Policía Judicial del Distrito Federal, además de iniciar la pesquisa hacia el cafre asesino”.

Jacinto Díaz Careaga, antropólogo dedicado en cuerpo y alma a su profesión, cedió, después de ver por años la corrupción de sus jefes y compañeros que negociaban sin pudor con los descubrimientos de sus investigaciones. Traficaban con la mayoría de las figuras talladas en roca volcánica, jade, amatista, lapislázuli; los collares de piedra y oro, pocas cosas se documentaban y menos llegaban a los museos.

Guardó para sí una humilde vasija para tratar de descifrar el extraño mensaje que la adornaba, “nadie la va a extrañar” –pensó-; lo que él no sabía es que su esposa, a escondidas, dispuso de ella para llevársela y venderla por su cuenta, con el dinero pactado, pagaría la hipoteca de la casa y un vestido de Zara.

Otli se resignó a la pérdida y con dolor incineró los corazones de su esposa y su hijo no-nato, guardó las cenizas en la urna de barro que el mismo moldeó, y con lágrimas en sus ojos le escribió en su idioma “¿Qué hemos hecho para merecer esto?” --vINcHo--


Sábado por la tarde, horario de salida. Ha finalizado la jornada laboral. Salgan a corretear por ahí integrantes del rebaño empresarial, que de algo ha de servirles haber doblado el lomo toda la semana respetando la cadena de mando verticalista y piramidal.

La intemperie me encandila, un día gris y encapotado pero más brillante que los tubos fluorescentes de la oficina. Aquí afuera se respira humedad y alivio, un día y medio de felicidad antes de la llegada del trágico lunes del retorno, por un día y medio seremos libres y prósperos; o al menos, fingiremos serlo; daremos de comer a las palomas de las plazas como si nos alimentásemos a nosotros mismos, les daremos de comer asegurándonos que no les falten las fuerzas para volar de este pueblo de locos, de esta sociedad alienada.

Tiraremos monedas a la fuente de los deseos rogando por tener más monedas, rogando por el amor de los deseos, por el deseo del amor, iremos al cine o al teatro para sentir que somos algo más que máquinas de obedecer órdenes y horarios, y por unos instantes jugaremos a que somos otros, a que somos los artífices de nuestros propios destinos.

Mañana al anochecer, al regresar al departamento, se hará presente una solitaria y fantasmagórica melancolía; un espectro de llovizna caminará a mi lado, me pasará el brazo por encima del hombro y me dará un apretón sincero, comprensivo, un apretón de bienvenida a la angustia dominguera de saber que nada cambiará en la semana entrante.

“¿Qué hemos hecho para merecer esto?” pregunta desde un autobús la publicidad del partido opositor. No lo sé, no lo sé, me respondo a mí mismo y no quiero profundizar más en ello; tengo un día y medio de tregua por delante y no pienso desperdiciarlo en oscuros laberintos existencialistas.
el-parricida-huerfano

Texto agregado el 28-08-2005, y leído por 631 visitantes. (20 votos)


Lectores Opinan
28-02-2008 Historias que coinciden en un punto o por algún motivo. Me agrado el texto (columna). Interesante. ***** raul_lsz
06-10-2006 Diferentes sabados...pero todos unidos por esa sensación de hastío, ese sabor amargo que antecede a un domingo adormecido y generalmente lluvioso...... Los cinco son escritores geniales , no podria decir que uno es mejor que otro...Todos son mis preferidos...aunque....Me guardo un secreto que no debo hacer publico, ja! Cinco besos...uno para cada uno. NANAI
31-08-2006 Excelente e interesante. 5* pishuz
04-05-2006 Realmente me gustó la idea de juntar varias cabezas y varios historias en una sola frase.... mis ***** angelica_santos
15-09-2005 La verdad es que no le encuentro muchos modismos al texto, esta clase de experimento es algo difícil, ya que se requiere una conexión o empatía por una idea fija para crear. fabiangs
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