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La expulsión de los judíos de Roma

No es un texto original mío es una reconstrucción sobre palabras que me impactaron, un relato que se hizo en una conferencia, desconozco al autor, aquí va mi versión de lo escuchado de labios del conferencista, con todo el poder de tergiversación que tiene un fabulador contando la historia de otro.

En el año mil aproximadamente iban a expulsar a los judíos de Roma, después de casi un siglo y con toda las connotaciones emocionales que traen las remembranzas históricas que a veces se convierten en histéricas, se les iba a expulsar de Roma, la capital del mundo acusándolos de ser los asesinos de Cristo, era inaudito que vivieran con lujos y pompas en el propio corazón de la iglesia católica, fue tanta la presión sobre el sumo pontífice, que el santo varón mando a llamar al rabino de los judíos para darle la orden perentoria, debían abandonar Roma, el rabino protestó, clamó y conmovió tanto al papa con razones de todo tipo pidiendo una oportunidad, que éste les dio la última posibilidad, se podían quedar en Roma, si se sometían a un debate público, de cara al pueblo católico, que sería presidido por el mismo pontífice, para despedir el diálogo lo exhortó a que consiguiera entre la comunidad judía. quien se atreviera medirse con el sucesor de San Pedro.

El rabino llegó ante su pueblo con aire pesimista ¿nos podemos quedar? le preguntaron ansiosos, cabizbajo les respondió que había una leve esperanza, se debía escoger entre los rabinos, uno que quisiera participar de un debate público en plena plaza de San Pedro contra el Papa, si ganaban se podían quedar si perdían de nuevo debían iniciar una nueva diáspora por el mundo a la cual ya estaban tan acostumbrados.

Ningún rabino se quiso someter a tamaño compromiso, un duelo con el papa, jugando de visitantes y con todo el pueblo católico que los acusaba de matar a Cristo como espectadores, era un duelo desigual y de cierta manera no hablaban el mismo lenguaje teológico pese a venir de raíces comunes, le dijeron entonces al rabino que había visitado al Papa, que por sustracción de materia no le quedaba otra opción, sería el encargado de enfrentarse el Papa, pero este temeroso se negó de plano, el Papa tenía una fama bien fundamentada de ser un teólogo de unas calidades tales, que era inútil enfrentarlo, casi propuso que se empezaran a empacar las cosas, cuando el celador de la sinagoga, que escuchaba la conversación, dijo que él se enfrentaría al Papa, todos asombrados le preguntaron que si estaba loco, les respondió con esa lógica concluyente de las personas simples, que como nadie quería él se ofrecía, aunque todos pensaban que era un caso perdido, aceptaron de mala, gana que el celador se enfrentara al Papa.

Llegó el día del esperado duelo, la plaza de San Pedro acondicionada como un inmenso auditorio, congregaba expectante el pueblo católico y algunos judíos, cuando apareció la figura del Papa con toda su pompa rodeado de cardenales de vistosas prenda el público aplaudió frenético, casi nadie se percató que al frente, se ubicaba el humilde celador, casi desamparado solo acompañado por tímidos judíos que parecían querer ocultarse entre la multitud para esconder la vergüenza de la estruendosa derrota.

El Papa miró fijamente al celador y empezó el duelo no con palabras sino con gestos, señaló hacia el cielo, apuntó con un dedo hacia la bóveda aquel día hermosamente azul con pocas nubes blancas salpicando un verano magnífico, hizo un enigmático círculo imaginario en el aire, moviendo con rapidez sus dedos con el anillo del pescador.

Inmediatamente el celador le contestó apuntando con sus dedos hacia la tierra. Entonces el Papa, con el dedo índice y pleno de seguridad señaló la humanidad del celador, este sin inmutarse respondió señalándolo, pero esta vez con tres dedos extendidos hacia su santidad, que empezó a sudar, a limpiarse góticas de la frente, se estaba descomponiendo. De pronto, se metió la mano entre sus vistosos ropajes y sacó una manzana, que le presentó al celador, inmediatamente éste respondió sacando un pan ácimo, que tenía forma de arepa antioqueña, entonces el Papa tiró la toalla y dijo ante el asombrado y silencioso auditorio, que el judío había ganado el duelo y que en consecuencia se podían quedar en Roma, tras de él como nube de mosquitos corrieron los cardenales sin entender que había pasado, a pedirle una explicación y éste les dijo que el judío había resultado ser un gran teólogo, que lo primero que él hizo fue señalar hacia el cielo, para indicarle que tenía toda la protección divina, entonces el judío le había señalado hacia abajo, para recordarle que existía el diablo y el infierno, que él pese a ser Papa, era humano, por lo tanto estaba lleno de debilidades que lo podía hacer caer en la tentación.

A continuación continuó el Papa, le señalé hacia su humanidad, diciéndole que Dios era uno y que lo había creado a su imagen y semejanza, pero el judío me contradijo recordándome el sublime misterio de la trinidad, tres persona distintas y un solo Dios verdadero, después para tratar de parar tan contundentes ataques, me fui por el lado de la ciencia, saqué una manzana para recordarle que según las últimas teorías científicas, la tierra puede ser redonda, pero entonces el me dio una lección de fe y sacó esa arepa para recordarme también que en la Biblia está escrito que la tierra es plana y que las modernas teorías no pasan de ser simples especulaciones, entonces me vi sin argumentos y como soy un defensor no solo de la fe sino de la verdad, debí confesar ante todo el público católico que colmaba la plaza que había perdido en una justa lid y que en consecuencia los judíos se pueden quedar en Roma, quiero por lo tanto carísimos hermanos, que le echemos tierra a este asunto y que no se vuelva mencionar, al menos mientras yo viva, el tema de la expulsión de los judíos de Roma

Mientras tanto los judíos todavía más asombrados que los mismos cardenales católicos acosaban al celador para que les explicase como había logrado lo que hasta hace un momento parecía un imposible, derrotar al Papa en la misma plaza de San Pedro, el sencillo hombre sin hacer ninguna ostentación les dio la siguiente explicación.

Cuando el Papa levanto su mano hacia el cielo e hizo un circulo con los dedos como queriendo decir “todos los judíos se tienen que ir de Roma”, yo inmediatamente le señale hacia la tierra, respondiéndole “aquí nos quedamos”, después cuando vi que me señalaba con tanta seguridad como retándome “que se quedan no sea usted bobo”, yo le respondí señalándolo con mis tres dedos “¿bobo yo? usted es tres veces mas bobo” después vi que el Papa sacó su comida, entonces yo también saqué mi media mañana.

William H Ramírez P
2005

Texto agregado el 28-08-2005, y leído por 348 visitantes. (0 votos)


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