Era un día lluvioso, las gotas caían rápidamente por el suelo como si no quisieran detenerse y dejar todo cubierto de agua. No era la primera vez que llovía así de fuerte, pues estaban en Invierno.
En una pequeña casa, una jovencita estaba mirando por la ventana, lo único que veía era el viento que corría cantando su canción mientras agitaba algunos árboles, sin mencionar las gotas de lluvia, que como dije antes, caían rápidamente, que apenas se podían ver. Pero los pensamientos de la joven no estaban centrados en la lluvia ni en el viento, a pesar de que estaba mirando afuera, porque en realidad estaba mirando más allá del paisaje.
Pensaba en una persona, una persona de la cual no sabía nada desde hace varios días, había perdido la cuenta. Cuando lo llamaba no contestaba y no recibía ningún mensaje suyo, como podía trataba de verle el lado bueno pensando que pronto tendría noticias suyas, así que trataba de distraerse, ya sea saliendo con algunas de sus amigas o paseando en alguna otra parte, pero los recuerdos no se olvidan y eso era lo que le pasaba a ella, cuando volvía a casa lo recordaba con anhelo y cariño.
Miraba la lluvia y recordaba los momentos que habían pasado, aquellas numerosas charlas, confidencias, etc. Tenía muchas ganas de hablar con él, oír su voz y que él oyera la suya, charlar aunque sólo fuera por unos momentos, prefería eso a que no poder oír su voz.
Comenzaba a llover más fuerte, el viento cambiaba su canción y ella sentía como si le hablase:
“Sé fuerte y pronto verás que todo saldrá muy bien...”.
Sin duda era una hermosa canción, como si se la dedicasen a ella y nadie más. Pronto se acordó cuando en una ocasión aquella misma persona le dijo:
“El tiempo es demasiado largo, el cielo sigue llorando, tú estás muy lejos y te extraño cada día más...”
Para ella la lluvia eran sus lágrimas, a pesar de que en sus ojos no cayese ninguna lágrima, porque el tiempo se había encargado de hacerla más fuerte, aprender que la vida puede ser buena o mala, cualquiera de ambos resultados uno debía vivirla con la mayor alegría posible. Pero ella...no estaba viviendo su vida con alegría. No, la estaba viviendo con nostalgia y eso no estaba muy bien, dirigió su última mirada hacía el paisaje, en está ocasión lo hizo con una pequeña sonrisa.
“Viviré mi vida con alegría a pesar de las circunstancias...”.
Sin nada más que decir se alejo mientras en su mente cruzaba una pequeña frase que siempre la llenaba de alegría y esperanza, dicha por aquella misma persona:
“Siempre estaré contigo...que nunca estarás sola aunque yo no esté allí, sabrás que siempre alguien te querrá.”
Los recuerdos pueden alegrarnos el alma o llenarnos de tristeza, dependiendo del recuerdo. Cuando dos personas están separadas ya sea por la distancia o por cualquier otra razón siempre hay que contar con esté pensamiento.
“Algún día nos encontraremos...”.
Naty Belmar.
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