¿Qué haremos con la plebe insufrible y ordinaria ahora que esa gente tendrá acceso a la cirugía estética? Esto, porque a un genio del marketing se le ocurrió la luminosa idea de corregir los defectos de esos consumidores masivos que hacen nata en las grandes tiendas y supermercados, descontándoles el valor de la operación en cómodas cuotas mensuales. Ya no habrá personas humildes, ahora todos se creerán estrellas de cine con sus narices respingonas, sus rostros tersos y sin arrugas y sus gorduras desinfladas por el simple expediente de la lipoaspiración. Ahora los veremos transitando por las avenidas con gesto de suficiencia, algunos caminando de medio lado tal como lo apreciamos en esas estampas egipcias, para que admiremos y envidiemos en toda su magnificencia la matemática perfección de sus líneas. Todo será ideal, impoluto, hasta que a una de esas comadronas se le ocurra abrir su boca y llame a alguno de sus rapaces con esa voz chillona que le destempla a uno hasta los dientes: -¡Brad, Brad! ¿Aonde te habís metío chiquillo de moleera?
Hasta allí durará el sortilegio y la hermosa plebeya deslucirá ante nuestros ojos al mostrar de cuerpo entero su dolorosa incultura. Elemento al cual no se le puede meter tijera porque –o bien no hace falta o acaso a nadie le preocupa que a esa gente le crezca o no su pelaje intelectual. Entonces, los que hablamos un poco más de corrido que el resto, seremos avasallados, relegados, por esos seres dichosos, pagados de si mismos, los Krif Carrasco y las Nicole Valenzuela, los Stephen Soto y las Britney Valdes, los Christopher Acuña y las Gwendonile Parra, personajes de la calle, divos de las aceras, superestrellas de los boliches de barrio. Eso será algo insufrible. Las facilidades serán demasiadas para que cualquiera sea catapultado al amplio y abigarrado ecrán cotidiano, el importe de cualquiera operación para sacarse todos los atados, para mostrar una blanca hilera de dientes, enarbolando una sonrisa triunfadora, será descontado en treinta y seis cuotas mensuales, una bicoca que bien vale la pena ser considerada…
Pensándolo bien, no estaría mal hacerse algunos pequeños remienditos aunque con ello estemos emulando a esa masa ambiciosa, pechadora, de espíritu carnavalesco y chabacano, que gusta del regeatón y de las cumbias altisonantes, que a la primera de cambio recurre al pisotón, al escupitajo y a la descalificación soez.
No estaría mal, acaso pedirle al cirujano que nos saque algo que sobra por acá y colocar algo que falta por allá, si, no estaría mal, no estaría nada de mal. ¿A que número hay que llamar? Mañana mismo corro a esa gran tienda para que me extienda la tarjeta salvadora…
|