Mares de dulzura
bañan el cuerpo seducido
en la intimidad de la noche
que no duerme.

Vientos atrapados
en un corazón solitario
que palpita latido a latido,
acaricia sueños imposibles,
gastando horas de un reloj de arena
que en la eternidad se desvanecen.

Los recuerdos no olvidan
las señas de fuego
que se fundieron en el alma.

El silencio amargo
se adueña del ambiente misterioso
de inquietas ilusiones
que desbordan los más sublimes sentimientos.

El todo se hace nada,
cuando en el pensamiento
se avivan tormentas de alfileres
que se clavan en lo más profundo del ser.

La nada se hace todo,
cuando en el recuerdo
abunda la exquisitez
de la gloria que se expande
en cada beso... en cada mirada dedicada
en cada delirio que se agota
y se reproduce cuando te siento cerca de mi.

Son momentos en los que
las cadenas de la locura
se rompen en la embriaguez
de humedos besos,
que despiertan llamas de ternura
encauzadas a cubrir en un manto
tu delicada alma.

Los sueños mueren y resucitan
en gestos cautivadores que provocan
el más intenso de los placeres.

Vuelan y recaen en equivocados
presagios que se marchitan
ante la duda de haber sido tuya
dentro de tu piel... en la profundidad
de tu alma.

Sea un sueño... una ilusión...
los espejos del corazón
me devuelven a ti
siempre que me miro en tus ojos.