Bajo un sol dorado la piel se eriza de momentos compartidos, las miradas estallan en estrellas y las voces se suavizan, se dulcifican, todo se vuelve calmo y terso, pañuelo de sensaciones que producen felicidad, en burbujas de pasión hierve la sangre, sudan los besos, se acelera el corazón, se posan los motivos de una huida temprana, puede la curiosidad, nadie se esconde, todo se deja ir, como si nada estuviera prohibido.
Tu mano toma la mía y no siento miedo, tal vez noto que no sientes miedo, no te apartas, no huyes con palabras huidas, te quedas a mi lado, extiendes tu tiempo conmigo... te dejas llevar por mi voz, eso me tranquiliza, me afirma, acaricias mi pelo, le hablas a mis ojos y mi boca te devuelve la mirada, me sujetas en tus brazos aunque no temo ninguna caida, me conviertes sin pretenderlo en la voz de tu camino más sencillo, más cercano, más lleno de compañía.
No te apartas, no me esquivas, no te paralizas, no te excusas, yo... ¡no te doy miedo!... tampoco mis palabras, solo me miras, sonríes, no te mientes, no me mientes, solo alzas tu copa y sin decirme nada, sabiéndote seguro de lo que haces a mi lado, me miras, me sonríes, me descubres, ¡me brindas!.
Me recuesto sobre la Luna que ya es creciente, mi mirada se detiene en las agujas del reloj de Sol que provocan tus latidos, todo es brumas de placer en la piel, por el simple roce... tintineante y delicado cristal de sensaciones al chocar tu copa con la mía.
Tú, ¡me brindas! y el mundo... empieza a girar en vueltas sencillas. |