Temer lo peor. Por eso mi reloj marca siempre cinco minutos antes... un retrazo intencional por el cual todo llega tarde y se acaba temprano. La noche se apoderó de aquel día y estaba recostado allí sobre un mar de pensamientos anhelando que pasara algo. Borges y yo en la orilla de la playa, un sol nocturno irradiando desconcierto y el sonido arrullador del la lluvia implacable. Deslizabanse de mis dedos las paginas, se derramaban de mis ojos las letras y una somnolencia insoportable se dejó caer sobre la arena. Sentí una presencia aterradora y el vibrar de la tierra sacudió hasta despertarme. Al abrir de mis ojos, un millar de quejas con cara de espanto me atacaron sin piedad, desde abajo, desde el fondo, el rugir del dragón se escuchó inconfundible, los recuerdos me agobiaron al pensar en sus fauces. El fuego que salía de sus narices se abrió paso por mis angustias y me refugié pálido en un rincón de la playa. El dragón emergió furioso. Esta vez, sí iba a destruirme.

Traté de luchar y defenderme, pues me encontró fácilmente, pero sus garras eran invencibles y el fuego ardía en mi vientre. Con su cola lanzo mis sueños y los estrelló contra mi cuerpo… ya estaba perdido y él se iba a consagrar. Me levanté como pude y me escapé en un descuido, a mi lado pude ver mis pesares y en la salida estorbaba mi más grande amor, lo aparté con un grito y me sumergí en el mar. Nadé por mucho tiempo siempre pensando en que el dragón me seguía, tal vez con antifaz, quizás mostrando el rostro… pero nunca apareció. Un barco de tristezas me recogió por el camino y me llevó hasta la isla, al lugar de los cocos gigantes y las balsas de vanguardia, allí me recibió la poderosa amistad y me tendió la mano sin vacilar. El barco se alejó, pero de vez en cuando me trae mi amor, mi playa, mis pesares y el terrible recuerdo del famélico dragón.

Heme aquí aun desconcertado, pensando en que llegue el barco y me lleve a otro lugar. Insulso en medio de las aguas, escuchando el pesado galopar de un lento segundero, incrustado en el mayúsculo encanto del que habla un condenado en el pasaje, en el tiempo de Mara. Lo cierto es que mi reloj se ha adelantado y todo ha comenzado temprano... y estoy seguro que terminara muy tarde.