En el lejano lugar de las manchas sigilosas,
cantaba complacida una hormiguita sin par,
con la colita grandota y la sonrisa coqueta
a todos los bichos solía admirar.

La linda hormiguita descubrió un sitio nuevo
un día vagando por la gran ciudad
era un laguito transparente en el fondo de una montaña
que se elevaba imponente parecida a un volcán.

La hormiguita trepó ayudada por sus pretendientes
que agotados la impulsaron hasta llevarla al lugar.
Su ultimo amigo un fornido mosquito le advirtió:
ten cuidado no es lugar de confiar,
existen muchos mitos, como que el cielo se nubla
y que caen grandes cosas de una boca infernal,
una pequeña cucaracha anciana quizás
le dijo convencida lo que iba a pasar,
que una vez en el lago y disfrutando de la vista
el bramido de la bestia se la iba a tragar.

La hormiguita que era terca y con poco que perder
insistió en subir para el lago poder ver,
pues aunque lo había encontrado por mera casualidad
una noche de tragos con el gran capitán
desde su cuarto lejano y en medio del merequeteque
no pudo escaparse de aquel mequetrefe.

pero ahora decidida a nadar y nadar
se lanzo desde el borde a la profundidad.
Nadando de espalda totalmente desnuda
a los pobres mosquitos hacia estrellar,
pero valla sorpresa que las profecías se cumplieron
y aunque todos lo vieron nadie pudo evitar
que la oscuridad se apropiara de aquel pequeño laguito,
mucho menos que los troncos cayeran sin piedad.

En medio de la confusión y el horrible espanto
un remolino la siguió maltratando.
La hormiguita maltrecha se sostuvo de un tronco
mientras la claridad volvía
y el bramido del baño se la tragaba así no mas.