Ya había comenzado la feria y dentro de unos días llegaba Alejita. Jaco lo sabia y la emoción era evidente, los suspiros, las cavilaciones constantes, la mirada perdida y sus paseos por el campo lo delataban cada día y sin tregua alguna. La gente del pueblo no veía con buenos ojos la actitud de Jaco: el desperdicio de aquel codiciado personaje del campo desgastándose en las entrepiernas de una juventud de no mas de 17 años. A Jaco le importaban muy poco los murmullos a su paso. La sonrisa de oreja a oreja, que cargaba a su andar, dibujaba en los otros la envidia malsana por la felicidad ajena. Pasaba por las carpas llenas de encanto y artesanías sorprendentes. El día le parecía magnifico y a pesar de que una nube negra se posó sobre los alrededores, reía sin parar ante la imagen de su amada sobrina que le iluminaba los campos como el sol ilumina el mar. Decidió comprar algunos regalos con motivo del reencuentro, pero se encontró con la desagradable sorpresa de que las artesanías de barro mas pequeñas costaban lo que un regalo en oro y que algunas de ellas, ¡válgame Dios¡, en ocasiones llegaban a no estar en venta. Sin embargo y con el corazón henchido por la fuerza que revierte el amor y la victoria, compró algunos detalles a un precio elevadísimo. Todo estaba preparado, situó los regalos sobre la mesa de noche y dejó caer los brazos al lado izquierdo de la cama.
Despertó a la mañana siguiente, faltaba solo un día para la ansiada llegada. Jaco decidió preparar una bienvenida como nunca antes: con flores a la entrada, bombas de colores, comida por montones y música apropiada para una velada inolvidable. Ya eran mas de dos años sin verla, un tiempo que trascurrió en medio de cartas de amor, fotos de los viajes y comunicaciones telefónicas.
Alejita había quedado a su cargo desde los 7 años, después de que el padre, quien era a la vez hermano de Jaco, muriera en un accidente automovilístico cuando pretendía atravesar el país desde las lajas has punta gallina. Alejita fue creciendo y se convirtió en una niña preciosa que atraía la atención de todos, una discreta pero consabida admiración por Nabokov la envolvía en un aire de sutil coquetería. Desde los trece años su tío descubrió la intensa pasión que ella despertaba en él y tras dos años completos sin poder conciliar el sueño ante el sentimiento de culpa por sus deseos, un 14 de mayo, día de su cumpleaños, decidió decírselo abiertamente. Cual fue su alegría cuando su sobrina se abalanzó a sus brazos y le besó con intensa pasión. Pasaron un par de meses de inolvidable fogosidad, sin pudor alguno caminaban de la mano por las calles ante la mirada espantada de la comunidad. Por aquellos días, Alejita programó un viaje al exterior con la intención de aprender una segunda lengua, iban a ser dos años de inevitable ausencia.
Se había cumplido el plazo, ahora por fin, Jaco disfrutaría de la presencia de su amada sobrina. Faltaba menos de un día.
Luego de un cigarrillo y un tinto, alimentos de su cotidiano desayuno, fue al pueblo a comprar todas las cosas que planeó para la recepción. Trajo los implementos necesarios y dejó lista la bienvenida aun 20 horas antes de la llegada. Por la tarde salió a dar un paseo. Mientras caminaba recordó los besos en los parques, las aventuras en los arrozales, las obras de teatro que vieron juntos y las discusiones en las bancas del camino empedrado. Sonrió como lo había estado haciendo durante la ultima semana. En la tarde releyó algunas cartas y lloró con las mas sentimentales, esa fue una excelente forma de acelerar el paso de las horas. Al anochecer fue nuevamente a la feria, recorrió los pasillos escudriñado por las miradas celosas de los vecinos. Allí encontró una carpa donde se hablaba de brujería, encanto y adivinación, Jaco llevado al limite por una curiosidad indebida, se aventuró a entrar al recinto. Un ambiente demasiado rojo lo llenó de una energía sexual que le recordó a Alejandra, agitó la cabeza tratando de sacudirse los pensamientos que ya mutaban a imaginación. Al frente, en el fondo de la carpa, se encontraba una anciana envuelta en trapos negros y un gorro de hechicería, tenía la nariz respingada, los ojos entristecidos, las mejillas coloradas y una expresión enigmática, en sus manos arrugadas, salpicadas por el color de los años, se encontraba una bola de cristal envuelta en los dedos mas largos jamás vistos por Jaco. La mujer lo invito a sentarse señalando un cojín en el suelo.
- Jaco, Jaco, Jaco, tal ves seas un pura sangre, que en tus ojos se reflejan los vientos de la muerte y el encanto de la vida. Como habéis traicionado la purpúrea esencia tenéis una cuenta pendiente en las puertas de tu casa y aunque lo que te diga no persuada tu elevada necedad los misterios de mi intensa bondad te han de advertir lo que por caballo has obtenido, cuando en tu casa no hay hijos, ni hijas, ni nietas, pero de este ultimo algo igual. No hay que ser tan aguerrido para saber de tus pesares, pero si muy astuto para comprender tus faltas, no has de ver lo que digo, porque la oscuridad me envuelve si de hablar de ti se trata, cuando vuelven tus mujeres que por un día habrás de verles. Fueron las primeras palabras de la vieja, que gesticulaba como atormentada cada vez que a sus palabras quería poner énfasis
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Un silencio profundo absorbió a Jaco, las palabras de la bruja lo abrumaron inexplicablemente porque, aunque abrió las entenderás, no pudo comprender el sentido de lo dicho.
- Pero que dices mujer, trata de hablar con menos simbolismos, quiero que me digas si cuando mi amor vuelva la bienvenida estará como le he previsto- dijo Jaco hablando como lo hacia aquella mujer, en una burla al parecer inadvertida.
La mujer se levantó con dificultad, se acerco a él y lo apretó del brazo. Mientras lo sacaba a empellones de la carpa cantó estas palabras, que por su afectado acento hicieron a jaco carcajear.
- No te apresures Jaco que ya lo entenderás por ahora vete lejos, debes descansar, de tu amada no te preocupes que ya esta por llegar, la bienvenida será magnifica por la sorpresa que dará, no te asustes que no es malo. Vete ya, vete ya.
Jaco se retiró asustado y sin musitar palabra, al volver la mirada hacia la feria un viento helado le golpeó la cara. Caminó acongojado hasta la casa, en el camino suspiró mas de siete veces.
No pudo conciliar el sueño. Las palabras de la bruja lo perseguían por la habitación, les daba vueltas y ataba cabos en busca de un significado, pero fue imposible había olvidado muchas cosas . Se levantó a las seis de la mañana, el pueblo estaba silencioso. Se hizo un desayuno liviano y acomodó los adornos y los detalles para que nada fallara en la bienvenida. Pensó nuevamente en la bruja, pero reconoció su inocencia por prestar tanta atención a una cosa de niños, ¿de que sirve la edad adulta? Pensó. En ese instante sintió el rugir del tren, debe ser ese, tiene que ser ella, intuyó. Se sentó en el sofá, donde por primera vez hicieron el amor, prendió un cigarrillo y fumó lentamente hasta consumir un poco de la colilla, al terminar lo apagó en la tierra de la matera que tenia a su lado. Sintió pasos, la sombra bajo el has de luz que escapaba por la parte baja de la puerta mostraba dos pies y un equipaje puesto sobre el suelo. El pomo se giró lentamente y la puerta se abrió acompañada del chillido estruendoso de las bisagras sin grasa. Allí estaba parada en frente suyo, una lagrima en la mejilla acompañaba la pulcritud de su rostro, sus hermosos ojos negros acumulaban un mar de tristeza.
Jaco se quedo sentado, mientras miraba detenidamente a su amada sobrina, pensó sin conmoverse demasiado:
- Es una barriga de mas de seis meses....
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