No depende de la voluntad ni de la razón- afirmó la petite surrealiste mientras desaparecía debajo de su sombrero negro- esos son vicios de existencialista. Tarde o temprano una se cansa de hablar con fantasmas, al fin y al cabo es como si hablaras sola. Pero el miedo.
No llamarlo con palabras cuenta? Los besos de luna que ya no mando, cuentan? Y vos? Si, vos, que jugas a la ausencia al no llamado. O te pensás que porque no me llamaste directamente no me estás llamando? Basta. Sabés qué? Te extraño. Basta de monólogo, basta de silencio, basta.
Y si no depende ni de la voluntad ni de la razón, pequeña surrealista, de qué depende?
Es cuestión de fe.
Pero él está doblemente ateo, te lo dijo y vos no querés escucharlo. Pero si la certeza.
La certeza se convirtió en piedra y vos no sos Penélope pero seguís esperando.
Qué estás esperando, personajito?
Un llamado.
Pero él no quiere...
No se si no quiere.
La voz intermediaria te dice que se te va a pasar. Habla como si se tratara de un virus, que con el tiempo se aburre y se va.
Qué sabe la lógica lo que es una casa?
Te dieron un nuevo nombre; la reina está enterrada, pero vos seguís visitando su tumba.
Si lo nombre no va a dejar de existir.
Estás alimentando un muerto.
Quién dijo que está muerto?
El silencio.
Pero él está regando nuestro silencio!
Cuando se riega un muerto crecen fantasmas.
El la llamó y le dijo que no había respondido su carta, que había entendido el mensaje y por eso silencio. Y no me hables de ella, dijo. Sabes qué? prefiero no saber.
Basta. Llamame. Basta. Te llamo. Hoy casi, pero no.
Basta, pequeña surrealista, basta.