Cúbico material de cuatro esquinas opalinas,
lienzo de amorfas transparencias.
Gastadas paredes, gastadas brochas al terminar la noche,
zopilotes olores titilando el árido aire del entorno,
mis truncas cenizas girando en menudos remolinos.
Olor de risas, olor de sexos, ecos de risas y meleros sexos,
escuálidos dedos ocultando las vergüenzas.
Cuerpos de aceitunas derramando salmonera tibia,
blanca luz fría alrededor,
cadáveres alrededor,
moscas alrededor.
Madrigueras de paso, sitios para saborear ideas,
sitios alternos para despojarse de algunos sueños.
Ventanas de tamaños inciertos, tan pequeñas
y diminutas con sus imágenes parlantes alrededor,
ocupando el poco espacio,
el poco oxigeno,
el poco amor.
Tufos al viento y los cuerpos en vinagre,
y sobre el viento mis textos documentando
narraciones de espontáneas reuniones.
Moscas desarrollando tumores en la cabeza,
revoloteo de colores abigarrados en dudosa admiración,
los gustos del paladar me posan en el sudor de la cerveza.
Restos de vestidos y pólvoras carcajadas de música transparente,
restos cálidos de una piel
regados sobre la loza.
Sonidos magullando restos de miradas,
restos de mi sudor en una cama.
Marcos de madera, y alrededor imágenes penosas
de mujeres en escasas ropas y exquisita tez.
Sexos sabores y rostros rozados, agotados y plenos en su jugo,
con observaciones lascivias, extraviadas que dan vueltas en mis sabanas,
con los cabellos frívolamente descompuestos
y las pálidas y triviales carnes alrededor rebosando deseos.
Pastosas expresiones provocándome vómitos de placer,
mujeres de perfectos trazos y apenadas con su imagen,
de cortes lisos,
de ondulados rizos
y lacios cortos,
con destellos vidriosos y en la madrugada siempre huyendo.
Vacíos al entrar el sol y alrededor humeantes astillas,
escaparates para los finos modales y las construcciones banales.
Ebria música, pasmados olores y sabores óxidos en el aire,
termina el paseo y se queda el recuerdo, se quedan las houses al rededor.
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