“Si muero, 
mi Beatriz, 
haz una hoguera 
grande 
en medio de la casa 
para recordarme 
un segundo, 
el instante 
de una llama” 
José Vicente Abreu 
Prisión del Cuartel San Carlos, 8 de diciembre de 1962. 
 
Empezaba la noche, 
adrede 
las luces no fueron encendidas. 
Con la misma flama del yesquero encendistes la mecha, 
giras la mesa. 
Ocho ojos te observamos,  
parejos, 
desde apenas  
diez centímetros mas arriba del borde. 
 
Con tu mano color aceituna rojizo,  
sujetastes suavemente una naranja redondita. 
Empezó a girar sobre su eje. 
Frente a la luz, 
rotaba. 
 
Los cuatro permanecíamos inmóviles 
con los codos  
sobre las rodillas, 
sosteniendo el asombro en el 
cobijo de las propias muñecas, 
observando, 
mudos. 
 
De pié, dabas vueltas alrededor de la mesa. 
 
Relatabas, apasionadamente 
la rotación de la tierra, 
los polos, 
ejes, 
atracciones, 
giros. 
La galaxia,  
la elipsis. 
 
El resorte de la vida alrededor del astro. 
Luz. 
 
La historia como acontecimientos elípticos ascendentes. 
Nunca circulares. 
Horas relatando hechos. 
!Son los mismos!, 
te retábamos. 
No, nunca es igual 
contestabas: 
!ascienden!. 
 
Dejastes a nuestro propio ritmo, 
el entendimiento de las líneas verticales 
que sujetan la elipsis creciente 
de la vida. 
Nunca se repite, jamás copiada. 
Asciende, 
se une, 
gira, 
se enlaza, 
muta. 
 
Hoy, como un ritual  
alrededor de la lumbre que nos dejastes encendida. 
 
Hoy, como un ritual  
cobijamos pedazos de alimento: 
un queso ahumado traído por un hilo coincidente. 
Proveniente de tus tierras llaneras, 
caliente. 
 
Indígenas nosotros, 
primigenios 
todos, 
lo hemos ingerido hoy, 
untado en miel. 
Tu rito. 
 
Encendida la vela en nuestra alma. 
 
Cada uno ha permanecido inmóvil, 
por instantes, 
alrededor de la chispa. 
Hoy. 
 
Hoy. 
 
Hemos celebrado, 
Mudos. 
 
Feliz 
Cum 
ple 
a 
ñ 
o 
s. 
 
Celebramos. 
  |