El reloj del tiempo marcaba las 5:00 pm, se encontraba arrinconado leyendo poesías al amor frente a un inminente atardecer artístico de un triste lunes. Estaba sentado en una fortificación de tiempos de conquista y el viento acariciaba fuertemente su tarde. las facciones de su rostro eran suficientemente pronunciadas: nariz de águila, mentón de peñasco, cabellos largos y ojos de tristeza. Amante de la poesía y de la buena música como el decía. Le gustaba algunas veces volar en avioncitos de papel de colores, decía que era su escape de la cruel realidad que lo embargaba. Contaba con 19 años de vida, un padre alcohólico, una madre trabajadora y una hermana menor con rostro de ángel.

Su vida era tan monótona como una cascada, solía levantarse a las 10:02 am, preparaba su desayuno y le rogaba al tiempo que corriera para escapar de las fauces de su padre alcohólico que no hacia otra cosa que no fuera tratar de devorarlo con críticas cada vez que podía. Estudiaba economía y ni el sabia como diablos fue a tener a una carrera como esa, decía que era para muñequitos vestidos de tela. Lo que a el le apasionaba era la poesía, el arte de sentir y escribir, de volar y de amar.

Cuando el reloj marcaba las 5:35 pm desenvaino su instrumento de vuelo y emprendió el viaje con destino a lo maravilloso.
Por un instante el tiempo se hizo agua y las nubes golpeaban su rostro con la fuerza de un bebe, el aire era frío allá arriba, se deslizaba por toboganes de colores a toda velocidad y nadaba en una fuente de estrellas en aquel paraíso mágico, luego transitaba por un camino ingrávido, un bosque con arboles azules y verdes cuyas ramas desprendían avioncitos de papel de colores y muñequitos vestidos de tela. Todo era una fiesta, todo era risas, todo era un circo en su máxima expresión: su alcohólico padre se paseaba a su alrededor vestido de payaso, montado en una bicicleta de una sola rueda tomándose una botella de ron, su hermanita le gritaba desde mas arriba palabras sordas con sabor a caramelo. Sus ojos estaban bañados del color de una rosa y sus labios adquirieron la textura de una roca en el desierto...

- puedo sentarme aquí?

Se escucho el canto de un ser supremo. Una voz sinfónica con cara de hermosa inocencia.

- que linda es la tarde, ¿no te parece?
- Si... muy linda – contestó
- ¿como te llamas? – pregunto el ser supremo. Una creación divina llamada Marian.
- Pablo.

Ya en la tierra Pablo volvió la mirada a Marian, era una lindisima mujer con ojos de noche y labios de niña, la nariz era de porcelana y señalaba al horizonte y su cabello era rojizo con destellos de sol, llevaba puesta una blusa con colores muertos y una falda negra con rojo a la altura de los tobillos, de sus orejas colgaban dos lunas verdes con ojos rojos y en su cuello se ajustaba con deseo un collar con un sol serio. Su edad oscilaba entre los 15 y los 20. Su belleza era eterna.

- ¿como estuvo el viaje?- Inquirió Marian al observar sus ojos.
Pablo esbozo una tímida sonrisa y se limito a callar.
- ¿sueles venir con frecuencia a este lugar, pablo?
- solo cuando quiero ver avioncitos de papel de colores.

Ella frunció el ceño y luego asintió con la cabeza, como entendiendo lo que quería decir, sonrió.