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El cielo está gris y algunas nubes negras oscurecen aún más la jornada, me están embargando la casa, se quemó la fábrica en donde trabajo, me quedaré sin empleo y aún así sonrío. Comienza a llover con furia y yo sólo con camisa de manga corta empapado como un quiltro, mis zapatos tienen sendos agujeros por donde se filtra el agua embarrada, yo, feliz.

Mi esposa se ha ido de la casa rescatando lo poco y nada que dejaron las autoridades, mis hijos piden limosna en los microbuses, yo recojo cartones desechados en los tiestos de basura y ahora duermo en una choza que construí en un sitio abandonado. Soy feliz cuando en las noches frías enciendo una fogata que transforma mi entorno en una ruina anaranjada; los perros son mis amigos ya que me visitan para roer lo que yo ya he roído previamente, soy un afortunado en los amaneceres escarchados cuando me levanto para vagar por las avenidas vacías y que por lo mismo parecieran pertenecerme, canto con mi voz cascada y los gatos huyen, los perros ladran y los pájaros me corrigen con sus trinos privilegiados.

Me inscribo en un programa solidario en donde me regalan un par de frazadas y un vale por un almuerzo. Las frazadas las vendo para comprarme cigarrillos y un par de botellas de licor, el vale lo regalo a no se quien, sonrío, siempre sonrío y los demás me observan con gesto torvo.

Una de estas tardes me encontré arriba de un microbús con el mayor de mis hijos que entonaba guitarra en mano un inspirado “Gracias a la vida”. Luego, cuando finalizó, recorrió todos los asientos solicitando una moneda para poder continuar estudiando. Cuando yo le ofrecí un billete de mil pesos, el me contempló con extrañeza, después con ira y luego me arrojó el dinero por la cara con un rosario de garabatos de por medio. Yo sonreí, tratando de no darle importancia al asunto pero cuando mi hijo descendió del vehículo para encaramarse sobre la marcha en otro que iba en sentido contrario, se me humedecieron los ojos y llorando, luché por sonreír y en esa batalla ganaron las lágrimas y avergonzado me bajé del microbús para secarlas al sol tibio de esa tarde.

Me emborracho y la realidad se disipa, sólo prevalece el calorcillo agradable del licor entrando por mi garganta y relajando mi famélica musculatura. El cigarrillo me envuelve en su humareda de multifacéticos dibujos, converso con los perros, les ofrezco cigarrillos y vino para que entremos en confianza y ellos me quedan mirando con una expresión que no se descifrar, parece que han visto mucha tele y tienen miedo de enviciarse.

Me encuentran desmayado, casi agónico en una calle cualquiera. Hablo incoherencias pero entre ellas parece que se escapa un nombre, una dirección, no lo sé. El asunto es que cuando abro mis ojos, veo a mi esposa con la pena pintada en su rostro enflaquecido. Más atrás están mis hijos que disimulan cualquier emoción, aún les dura el rencor. Como puedo, aferro la mano de mi mujer y le pido que me perdone. Ella llora desconsolada y se echa sobre mí preguntando entre sollozos: ¿Por qué? ¿Por qué?
Pierdo la conciencia pero alcanzo a ver como los ojos de mis retoños también se humedecen y eso me hace pensar que después de todo no me odian, no me odian, no me odian… Todo se diluye de pronto y a la pasada veo como la empresa en donde trabajo se reconstruye mágicamente, los objetos embargados son regresados uno a uno a mi hogar, el agua barrosa que impregnaba mis zapatos agujereados se va escurriendo y mis pies sintiéndose cada vez más secos. Mi mujer regresa a casa con paso ufano, mis hijos vuelven a sus estudios y yo, después de un largo bostezo, me doy cuenta que he despertado de un largo sueño, pero ¿A qué realidad? ¿A qué realidad? ¿A qué realidad?












Texto agregado el 24-08-2005, y leído por 295 visitantes. (3 votos)


Lectores Opinan
27-08-2005 ayyy Gui, te mataría!! vengo de reírme de las cirugías y me haces llorar con esta historia, tan real y tan triste. Amigo, sos un mago escribiendo, nunca se sabe con que sorpresa nos esperarás. Besitos y estrellas. Magda gmmagdalena
26-08-2005 Esto me recuerda a una canción de Serrat cuyo nombre no me viene a la mente, quizás la realidad sea una, Guido, y la mía es que hacía rato que no pasaba por aquí y no me sorprende ahora lo mucho, mucho, mucho que tengo para leer. Y veo que con la nobleza de costumbre... Un saludo, el de siempre. guy
25-08-2005 Vaya uno a saber a qué realidad, pero lo has hecho tan excelente que hasta las desdichas del pobre hombre no parecían tantas, ya que más no le podía pasar. Genial, impecable redacción***** india
 
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