Leyendo el futuro
luz de medio pelo,
fachada comunicacional.
Decolorante insecticida.
Pequeño témpano lento,
a flote demasiado mal.
Ignorada maravilla profana
Semihundida entre dientes,
padeciendo océanos cirróticos.
Mareada de penas brutales,
la ninfa llora su niñez.
Cegueras incendiadas,
en rituales paganos
de brutalidad fratricida.
Por un plato rebalsante,
la naturaleza erguida
reclama con su sangre.
La caída eterna de aquella,
impureza feudal dilapidada.
Plagada de crueles maniobras
de comunistas consumistas
y muñecas poliplastificadas.
La casa gana y sube
mil puestas de espaldas,
en pavimentos engomados.
Máscaras de lo más baratas,
subsidiando el suicidio social.
Con las arterias cortadas
verás lo que se siente.
Este espantoso nudo
en la garganta del mundo,
maquiavélico leviatán.
Pero un bonus de condena,
a la vuelta de la orilla
del mediático medioevo,
en pérfida conjura,
una generación inmoló.
Ahora en caridades ínfimas
entrega flores muertas
a sonrisas púberes,
demacradas sin razón.
Las maquilla de promesas,
y olvidadas para siempre,
derrochando almitas inocentes
en apariencias onerosas va.
Ambición, endemoniado tesoro.
La cajas huelen fuerte,
al dolor nauseabundo
de ya no crecer
sin techo, sin piedad, sin dios,
al frío de una espada voraz.
¿Cual era esa palabra antigua,
que pregonaba vital y atrevido?
Aquel ahora reducido
por un perito vil,
a barbado adornito pop,
de postercitos y remeras.
Son ya solo unas letras vacías,
devorado contenido trascendental.
Solo quedan presunciones lejanas,
propuestas de acólitos trepadores,
de memoria tan frágil, sin voluntad.
¿Algo tiene cambio ya?
¿Alguien tiene cambio?
Para pagar una parcela de salvación.
A esto reducidos,
los miseros venturosos.
Bienvenidos al flamante circo,
multirracial y cultural.
A purgar la condena fatal
de no encontrar ningún camino,
vagando eternamente, sin amor,
obligados solo a preguntar,
al flamante mostrador de los sueños:
¿Cuanto cuesta media ilusión?