Todos nos creemos importantes 
unos más que otros, todos oteando el futuro 
que nos brindará dinero, gloria, fama, bienestar 
y trabajando a pie juntilla sin descanso 
robándole horas al sueño y algunos sin siquiera dormir 
nos juramos que en algún momento, en algún recodo 
la Diosa Fortuna nos hará un guiño  
y nos mostrará las opciones: 
¿Gloria? ¿Fama? ¿Dinero a manos llenas? 
¿O todas las opciones juntas y una que otra cosilla 
de yapa en ese ofertón caprichoso?     
 
Mas, los años pasan y de la doña aquella        
ni luces,  mucho tiempo bregando por el pan 
en un oscura oficina, en la calle,  manejando el autobús, 
siendo conserje, guardia de seguridad, repartidor, 
promotor (a) gerente de una empresa de poca monta, 
dueña de casa, operario de un taller metalúrgico, 
candidato a cualquier cosa que por allí se accede 
siquiera a los refajos de la fama, actor, leguleyo, 
activista, escribidor, periodista o maestro de escuela, 
tantos oficios como gente haya, que alucinada 
busca ese algo mágico que la eleve de un día para otro 
al paraíso de la abundancia y de la notoriedad, 
mas, nos siguen pisando los zapatos, 
aún nos entreveramos en las largas hileras de personas 
que ya no demandan fama ni fortuna sino una limosna 
sea esta el miserable sueldo, alguna pensión o las sobras 
de la misericordia de los que entregan todo con cuentagotas. 
 
La fama, la gloria y la riqueza, ni en sueños,  
la mayoría no nacimos ni con el talento ni con la fortuna 
y los quioscos y los locales de boletos de lotería 
nos guiñan sus ojos para hacernos creer que esta semana si 
que ahora si alcanzaremos la millonada que nos permitirá 
patear en el trasero a esta existencia anodina, 
que desde la próxima semana seremos otros (as), 
los del puñado de opulentos que sólo por eso son bellos, 
acolcharemos nuestra sensibilidad con mullidos fajos de billetes, 
que ello nos permitirá ser importantes y lograr lo que queramos. 
 
La realidad prevalece, somos uno más del inmenso montón 
admirando fortunas y glorias ajenas, siendo chauvinistas 
o partidarios de causas tan perdidas como nosotros mismos 
rezándole a un Dios que parece tan obvio que ni nos ve y ni nos escucha 
y esperando, siempre esperando con el corazón anhelante 
el milagro a la vuelta de la esquina, el palmoteo triunfal 
y acaso cuando eso acontezca, sólo sea la parca la que nos pele sus dientes  
para llevarse nuestros huesos y nuestros ideales apergaminados 
a una oscura galaxia en donde seremos nada, algo que ahora 
aunque nos torturen, no queremos reconocer… 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
  
 
 
 
 
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