De pequeño sus dotes lingüísticas habían aparecido contrariadas bajo una incipiente tartamudez, luego, el tiempo de su amparo evolutivo venció toda prueba de esa falta, logrando siempre lo que se proponía. Creció en los suburbios de la gran ciudad, rescatando lo mejor que hallaba en cada uno de los otros, crucificado en su indefinición de ser y no, un ciudadano ilustre. Con el tiempo, se fueron acentuando esas contradicciones que tantos problemas habían acarreado hacia el mundo, ese otro espacio en el que él permanecía ajeno. El exilio lo inspiró en una resurrección prematura, la misma que el año anterior había prometido conceder a su familia, la cual obviamente no llegó a rozarles. Luego la lucha de clases, esa paranoia de las calles, el sabor de la victoria a cualquier precio, los logros forzados, esos valores propios alejándose de sus principios, la gente rodeando el poderío de esa imagen, llegando casi al infinito de la gloria. El después fuera de contexto, tejiendo y destejiendo la vida en vanos rituales periodísticos, la fama danzando bajo el humo de un habano, perdido en una jungla a la que había exprimido casi todo. El amor fugado en el ayer de pantalones cortos, trocado por esas lúgubres jornadas de placer a diestra y siniestra, los despidos de quienes ya le molestaban, más trabajo concatenado con sus sabias reflexiones. La vida sonriéndole casi dormida a los pies de la habitación, esa soledad agrupada en una pareja deteriorada, la ambición de acceder a cada uno de los otros medios, más logros desde su sillón salpicado con un sexo rebuscado, condecorado por la hipocresía de no ser lo que mostraba, desnudo de ilusiones, agitado, bajo un morbo rutinario que se acrecentaba en gigantescas proporciones. El sol amarillo y poderoso ascendiendo desde su jardín de flores negras, el juego del después acaparando virtudes ajenas, su peculiar fragancia de señor rodando por las avenidas, tan lejos de aquella infancia indefensa y olvidada. Y la vuelta al show, la hora de la radio difundiendo moralidad y noticias, señalando con el dedo quien sí o quien no esta semana, susurrando palabras de amor a quienes las pudieran percibir, volviendo a empezar en cada tarde, cuando el mundo ansioso, estaba a la espera de escucharlo...


Ana Cecilia.