A la antesala del suicidio me presento como altar ante la tolerancia de la vida, la razón perdida en un puñado de moscas que se retuercen en una plancha de acero; y si, la sangre se acerca cada vez más al desagüe para rendir tributo a los que estarán en cuerpo, en alma; en dolor y visión. En todo ese totalitarismo de palabras que resuenan en un llanto asfixiado por una piel tersa y traicionera, como esa ladina actitud lasciva y obscena que se vende en la antesala de la muerte, con sonrisa en rostro y tus cabellos entre mis dedos.
Tus piernas gritan asco,
Mí vientre dice muerte
Tus ojos piden que termine pronto,
Mí tacto solo te matara.
- ¿Y las caricias que me dabas, las que provocaban que mí piel se erizara con el simple tacto de la muerte inminente? -
- Ya te dije que las olvidaras y te acentuaras en las heridas…-
- ¿Esas que sirven como mapa de mi asesinato, de esa muerte tan alegre que se aposenta sobre la cabecera de mi cama?
- Esas mismas, esas mismas que tu sola has trazado con tu vida desventurada y olvidada; maldita y acorazada. De rencores a amores, esos de una noche y esos de la vida, aquellos que tratas de enterrar –
Digna e hipócrita se ha vuelto tu sonrisa entre tu propio sufrimiento y escozor de tu labor adelantada que busca escape de tu piel de joya falsa. Si fueras un ángel no dudaría en matarte y traicionarte, lo haces como una perra en brama, la que se protege…Tu rascas mi espalda; pero ¿quién rasca la tuya?.
Las palabras son más dolorosas que las dagas y no son tan rápidas como estas, pero proporcionan el afable beso de un veneno emético; como tus palabras de metralla y tus atisbos de atención.
Pública y resbalada entre tintes de migraña,
Suena entre capas de risión un bostezo aledaño a las miradas de actuación; esa que con pretensión llevas a cuestas,
Grillete inamovible,
Sangre contaminada.
Deje mi mugre en ti,
Pedazos de mi polución;
Esperando regresaras,
Esperando todo menos tu venganza.
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