Es el ruido de los gatos desesperados
como un horror inaudito, nocturno,
gritos espeluznantes, perturbadores,
buscando en la noche su turno.
Uno encerrado, arremilgado a un porvenir,
entre el poder y no querer,
entre el sueño soporífero
y el miedo inclemente
de ante la muerte, ceder.
Cero esperanzas,
cero tertulias de vida,
cero amor.
Así, se va yendo todo,
poco a poco,
por partes,
suavemente,
a intervalos de pronta muerte,
clarividencia de objetos inertes
que de antemano
conocen mi suerte.
Cero dolores,
cero esperanzas,
cero amor. |