Noche de cánticos marciales,
amanecer de rancios olores,
¿recuerdan? ¿se les olvidó?
Llanto de agua, agua de ojos,
agua de lluvia,
una sobre la otra,
cayendo y empapando la memoria
en charcos de vergüenza e ignominia.
Fusiles al hombro,
cortar cartucho,
órdenes de voces sin cuerpo,
oficio vacío, acción sin sentido,
y, debajo de sus escrúpulos,
una corretiza tremenda,
de las de aquellas,
para salvar la vida, la honra,
la propia estupidez, ¿por qué no?
de creer poder morder la mano
del que les dio de comer.
¿Qué? ¿Escucho bien?
¿No les dio de comer nunca?
No digáis eso jamás, señores,
la ilusión y las palabras también son alimento,
raquítico, impuro,
sacrílego quizá,
deleznable y asqueroso,
pero la retórica también se come,
y fue el plato fuerte de años y años.
Hartazgo, sí, tenía que llegar.
Falsa ilusión, sí,
ya cundía en ellos,
funestas consecuencias, sí, sí.
Noche de cánticos marciales,
amanecer de rancios olores. |