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EL ESPEJO

Sobre la única calle del pueblo en ruinas, cuya atmósfera y apariencia, trae en oleaje
las mismas sensaciones que debieron experimentar en la sangre los traseúntes de
la calle Morgue; sucedió un hecho casi inexplicable. casi llegando a su
esquina, frente al asilo de los marginales, se podía encontrar expuesto en la vidriera de una
tienda de antigüedades, erguido con la prestancia de un señorito ingles estilizado y
cautivante como cortázar; un espejo vertical, casi de la altura de un escritor. En la
superficie espejada se veían diseminadas muchas manchitas doradas
como de oxido, cicatrices de un veterano de guerra que no habían podido pulir las manos de
un obsesivo anticuario. Hace años que es expuesto y desde entonces, todos sienten una
extraña instintiva atracción al descubrirle: no pueden evitar mirarse en él. No ha habido un
solo comprador o adepto a curiosear casa de muebles antiguos, que no le haya dedicado un
momento al enigmático espacio plateado de los reflejos; los ocasionales transeúntes
volteaban al parecerles escuchar un lejano siseo, y al verle, se detenían como hechizados
por el canto de una sirena. Muchas veces aquellos que se contemplaban era gente que
detestaba su imagen reflejada; incluso algunos se han quedado horas, como hipnotizados,
observando su propio reflejo en él. su capacidad de maravillar a los espectadores, era
comparable a los vientos melódicos del aliento encantador para una serpiente. Hubo dos o
tres hechizados que solo pudieron separar los ojos de él, cuando el anciano teodoro –un
griego de barba blanca -, bajaba las cortinas metálicas del negocio; los cautivos del encanto
oceánico, se desencantaban con el golpe de tres toneladas de hierro, con los ojos
nuevamente en sus ojos, solo así volvían, pero jamás volvieron a ser los mismos. Los días
en que algunos de éstos pocos se sumía en el profundo sueño, su sola estática presencia
frente a la vitrina era suficiente para invitar otras curiosidades ¿qué mira éste desquiciado?,
se preguntaban al pasar y entonces, ellos también se detenían, y luego de un lapso a
veces corto, a veces prolongado de hipnotismo, proseguían y se iban a sus casas. Lo curioso
del caso es que los abstraídos, aunque tuvieran dinero de sobra en los bolsillos, nunca lo
adquirían. Teodoro también se había visto reflejado infinidad de veces, y al igual que todos
fue presa del encanto en cada una de las ocasiones. de todas formas deseaba desprenderse
de él, no violentamente sino cariñosamente, ya que era éste el objeto más preciado entre
todos los exquisitos muebles de roble y demás maderas por el estilo; es por ese amor
fraternal que los unía , que añoraba lo mejor para su futuro y el posible comprador, no
solo debía tener dinero, sino también, la presencia adecuada. Una ola del mar jónico
trae en su espuma una vieja tradición: los estrictos padres deben aprobar a quien pretenda
la mano de la subordinada prole femenina. Primeramente pretendía un enamorado de los
reflejos, luego un hondo bolsillo. Una pregunta sonaba como la campanada de un reloj y el
eco golpeaba el semblante del griego como lo haría una molesta visita en tu puerta; tan
cierta es la historia que un testigo aseguró escuchar extraños sonidos brotando por las orejas
de Teodoro; el hombre dio su palabra de honor: “ esos ruidos siderúrgicos salían del viejo,
lo sé como alguien sabe que tras los labios que está besando se esconde el mal aliento”
Teodoro se preguntaba cada una hora entre los metales retorcidos de su cerebro, cómo era
posible que entre tantos miles de reflejos de potenciales compradores, no existiese uno solo,
que hubiera superado la instancia: ¿cuánto cuesta éste espejo?. ¿cómo podía ser? de los
miles de reflejos recordaba los de algunos acaudalados fanáticos de la antigüedad; uno
había adquirido en un mismo año, desde suntuosas camas de bronce plasmadas por las
manos de los últimos herreros del romanticismo, hasta una araña de 30.000 pequeños
cristales azules y violáceos... pero ninguno de ellos pasó de preguntar el precio. Durante un
atardecer empeñado en teñir el paisaje reinante de amarillos otoñales,
al viejo Teodoro se le pasaron las horas en un abrir y cerrar de ojos,
mientras conversaba animosamente con uno de los habituales fanáticos. Percatándose que las persianas deberían estar bajas, se despidió del visitante, y dando dos vueltas de
llave, comenzó a bajarlas ;fue cuando un toc-toc-toc capturó su total atención. Del otro lado del vidrio se asomó el perfil de una enigmática figura, era delgada de adultez superada pero no
anciano. El rostro aparentaba frescura bajo la tupida barba gris perla y sobre la nariz, hacia
los extremos del cráneo y por debajo del semblante, dos ojos de plata lo miraban tan
fijamente como nunca antes pensó, podría una persona.Al acercarse a paso lento, la enigmática
presencia volvió a la posición original el bastón de ébano con el que había hecho toc-toc-
toc. Ya dentro, sus palabras se impusieron como melodía en los oídos del
griego .Era cautivo al sonido de la voz, máxime cuando el
extraño evito la recurrente pregunta y dijo como si siempre hubiese sido suyo: “me llevo el
espejo”. En ese momento una lágrima de cada uno de sus ojos se deslizó, como un
patinador sobre el hielo, sobre cada una de sus mejillas. Cuando llegaron al suelo preguntó:
“¿por qué lo lleva?; a lo que respondí: “por las ovaladas impresiones doradas”.

Texto agregado el 31-12-2002, y leído por 441 visitantes. (4 votos)


Lectores Opinan
22-04-2003 Me gustó mucho el relato. Tu forma de escribir es bastante original, lo único ke se podría hacer sería arreglar el texto que quedaron medio cortadas las oraciones... anonimo
19-01-2003 Ché, me encantó. Bien pulido y redactado. Tensión y eficacia y final inesperado. Como dice Corín, alguna revisión de puntuación no le vendría nada mal..aunque hay que tener en cuenta que ella es portorriqueña y lee con un ritmo poco argentino..jajajajaj AveCesar
07-01-2003 Continua en tu esfuerzo, le mucho y pule cada palabra 100 veces o las que necesites hasta que lo sientas perfecto y sin paja. gatelgto
02-01-2003 Bienvenido, muy lindo relato, bien llevado. PoetaSuburbano
 
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