Bajo la idea de Prosaico en un relato mío...
Ella siempre lo esperaba en la oficina, presta a servirle su tesito preferido y a hacerle unos mimos antes de comenzar el trabajo. Él, llegaba temprano, bajo el andar de un aroma importado que lo hacía aún más deseable a cada una de las compañeras del trabajo, ya que era quien a todas encantaba. Y mientras preparaban la infusión, en un ir y venir de caricias subidas de intenciones, el ritual de lo bebible se iba corporizando. Siempre era lo mismo, el encuentro en la cocina, los brazos entrelazados, hasta que el humo de la pava coincidía con la polución de su hombre, apostado tras la puerta. Allí, derramaba todo su deseo dentro de la taza, donde un chorro de agua caliente iba derritiendo la blancura en delgados filamentos de placer, mientras que los labios estallaban sin fronteras en un líquido viscoso y agradable. Detrás, el cuchicheo se fue expandiendo hasta llegar a los oídos de Olga, la diminuta solterona que sólo era tomada para burlas, enamorada de ese mismo ser. Él ni siquiera había notado su presencia nunca en la oficina, viviendo sólo de esos fugaces erotismos. Hasta que cansada del despecho, ella atinó a cambiar las tazas de lugar, en una combinación perfecta de ese raro conjuro, degustado finalmente por sus labios... Todos pudieron verla sonreír a la esmirriada Olga bajo una mueca de felicidad, al beber el néctar tan deseado de su hombre, robándo así el privilegio a tantas otras, mientras murmuraba: ¡Qué rico té lograron hacer hoy mis compañeros...!
Ana Cecilia.
|