Toma esta melancolía
que mastica mi carne
a cada paso,
arrójala junto con las sonrisas
que te llevaste,
en un enero furioso
lleno de tormentas,
dibujadas
sobre mí en todas las esquinas.
Toma este silencio
enroscado en la médula
y que muerde lentamente
la piel que acariciaste
en diciembre
y no grites escuchando los gritos,
adheridos a mis dedos tan pequeños,
ellos escapan hacia la tinta
y reflejan la muerte en hojas ciegas.
Toma esta muerte
que se arrastra hacia la tierra
y nunca llega
que susurra a los fantasmas,
la tentación de vivir
para encontrarte,
de acariciar los pliegues de piel
que se forman alrededor de tus labios
cuando duermes.
Toma este reflejo sin sombra,
que sobre los espejos se busca
al filo de la luz tenebrosamente,
sumergido en la certeza de no hallarse,
pero por sobre todo,
toma todas las lágrimas que te olvidaste
y estas gotas de sangre,
que en los labios se secan;
que tengo tanto miedo, en esta nada...