El hombre no era agraciado pero en Internet se transformó en un divo. Sus toscas facciones se suavizaron por el sortilegio de ese teclado que le permitía escribir bellas odas, sus palabras lo hicieron atractivo, sublime, deseado. Al cabo de unos cuantos meses era un ser irreconocible. Sus familiares no podían comprender el motivo de su radical cambio. El se sentía seductor y eso lo apoyaba con sus frases líricas que encendían de pasión el corazón de sus interlocutoras. Un halo de misterio le rodeaba, tenía infinidad de amigas virtuales que lo endiosaban y sólo deseaban estar delante suyo para arrastrarse a sus pies.

Pero un hecho fortuito lo regresó a su verdadero mundo. Su computador se descompuso y en varios kilómetros a la redonda no existía un solo aparato para suplirlo. Desesperado, vio como sus ojos perdían luminosidad, su cuerpo se deformaba para volver a ser el tipo regordete de siempre, su voz se anquilosó, sus brazos se cubrieron de verrugas, su cabello se transformó en un verdadero nido de pájaros.

-¡Has regresado, bendito sea Dios!- le dijeron sus familiares y amigos, abrazándolo con efusión. El sólo se cubría el rostro con sus manos manchadas mientras lloraba desconsoladamente…