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Inicio / Cuenteros Locales / Eitheldur / Del amor al odio... un paso

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El chirriante sonido de las cadenas contra el piso enmarcaba la luctuosa escena, hubiese jurado que mi rostro reflejaba el dolor mismo, pero las lagrimas eran un boato impagable y demostrar debilidad ante los hombres que definirían mi vida no era un lujo que yo pudiese darme. Una de las puertas laterales se abrió de pronto, un hombre recio y de mirada severa de caminar lento pero firme poso su recia figura en el estrado y tras una diminuta mirada dispuso orden en el auditorio. El jurado dejaba escapar entre sus miradas de imparcialidad pequeños dejos de desconfianza y el abogado que me acusaba, acomodaba hipócritamente su corbata mientras planeaba los últimos detalles de su patraña, yo mientras tanto miraba sin mirar la vida que se me iba poco a poco a pasos agigantados.

El juez llamo al estrado al acusante y tras una pequeña explicación de tramite, el abogado que aun acomodaba su corbata, la dejo por un instante para sacar ante el auditorio la que según el, era una prueba rotunda: una diminuta lagrima que generaba mil sensaciones abrió su discurso:
Dice mi cliente, y pretende afirmar que el sujeto que ahí esta sentado entre cadenas y guardias, tomo de su mirada, indiscriminadamente y sin pedir permiso, una lagrima. Yo el abogado defensor, expongo ante el juez y todo su jurado la evidencia eficaz, esta lagrima fue hallada en el corazón malherido del sujeto y tras pruebas de la ciencia se a podido establecer que mi cliente es la única dueña del elemento en cuestión.

Inmediatamente después, el juez me llamo al estrado y me pregunto si me declaraba culpable o inocente de haberle robado una lagrima a la señorita acusante. Yo, con la misma seriedad del comienzo y la misma serenidad del final me dirigí a ella:
Sabes bien que jamás la tome sin que quisieras, sabes que la cambie por mil versos y una poesía, sabes que tu misma la pusiste en mi entonces enorme corazón, sabes que fue mía antes de caer.
El juez reitero su pregunta y sin mas opciones que la verdad derogue mi respuesta a ella, sometiéndome a su juicio cerré los ojos y confíe en el amor que algún día dijo profesarme.

No recuerdo haber escuchado, visto o sentido en ese momento, de pronto, minutos mas tarde, me vi en la guillotina esperando que la cuchilla sesgara de un golpe seco una historia humedecida por una lagrima, entonces entendí que me amaba tanto que aprendió a odiarme, y al no poder vivir si mi, no dejo que yo viviera sin ella.

Texto agregado el 27-09-2003, y leído por 260 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
27-09-2003 de veras es bueno Elu
 
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