Camino por este desierto, solo... Mi única compañía es mi sombra. Es lo único que no me ha abandonado... lo único que no han podido quitarme aún.
El sol, inclemente, me quema . El viento levanta el polvo y me azota sin piedad. Pareciera soplar en contra mía, tratando de detenerme, tratando de abatirme...
Por las noches, frío. Siento congelar la sangre en mis venas, mis dedos entumecidos... Mi piel pierde todo sentimiento, mientras el viento ahora helado azota mi cuerpo. No siento ya mis manos, ni ellas sienten nada ya... Mi corazón pareciera congelarse, partiéndose, poco a poco, en mil pedazos...
En el desierto no hay caminos. Sigo caminando por pura inercia, por temor a lo que pueda pasar si me quedara quieto, si dejara de andar...
Los buitres vuelan sobre mi cabeza, recordándome de la inminente muerte que me espera en el momento que caiga al suelo, cansado de andar. Sólo me pregunto cuánto tiempo pasará antes que mis piernas sucumban bajo mi propio peso. Cuánto tiempo pasará antes que mi corazón olvide por qué sigo caminando.
Mi sombra me sigue aún. Pareciera que quiere recordarme algo... quién fui, quién era, antes de perderme en este desierto. Camina detrás de mí, cerciorándose que no termine de olvidar... Lo único que quiero es olvidar.
En el desierto, un recuerdo feliz es mi única esperanza... o mi muerte. Ese sencillo recuerdo me atormenta, me dice lo feliz que fui, y lo miserable que soy ahora. Lo que una vez tuve, lo he perdido en este desierto, y me encuentro ahora vacío, sin nada, sin control de nada en mi vida, más que un camino ilusorio que no sé si me lleva a algún lado. Lo único que controlo aún es el momento en que quiera dejar de caminar, dejarme caer en el suelo, y alimentar a los buitres.
Estoy olvidando, poco a poco, los recuerdos felices que tuve. No quisiera recordar nada, para así no lamentar haber perdido nada... Cuando he perdido todo, lo mejor es no recordar lo que ya no tengo, lo que se ha ido ya de mí...
Y alguna vez... hace mucho tiempo, recuerdo que fui alguien. Alguien importante, capaz de alegrar el día de una sola persona, con el solo sonido de mi voz, con una palabra de aliento, de cariño, de amor... Pero ahora mi voz sólo resuena en el vacío, y el viento del desierto la lleva lejos de mí, perdiéndose en la nada.
Mi voz sólo es un grito de dolor, perdido entre el clamor de miles de voces... Un grito, una voz, no es importante entre tantas otras...
Alguna vez, mi voz fue más que una voz. Alguna vez, fui alguien...
Ahora soy un espectro... soy alimento de buitres.
Rodrigo Bolaños y Bowen Alanos |