LA MUERTE VISTE DE TRAJE OSCURO Y SOMBRERO
Diez minutos antes de abordar el tren llegó corriendo hasta la esquina, donde quedaba la entrada a la estación; de ahí no quiso seguir, tuvo un tremendo pánico al estar a paso y medio de encontrarse con la persona que amaba, la boca se le secó, su estómago vociferaba gritos de amor, y sus párpados temblaban al ritmo acelerado de sus quejumbrosos y mal gastados latidos. Su corazón no resistiría tanto sufrimiento, sus piernas temblaban hasta desfallecer, la pobre anciana, que tanto había sufrido y amado a aquel personaje de traje oscuro y sombrero que en diez minutos abordaría el tren rumbo a la capital, no resistió mas, era demasiado.
No quiso entrar y tampoco quiso seguir sufriendo, así que clavando en su constado un pedazo de acero que había sobrado de la reconstrucción de la estación, murió derramando tres gotas de sangre, tres lágrimas de sufrimiento, pues era lo que a esta pobre anciana le quedaba luego de haberle entregado su vida, su amor, su sangre y todo su corazón al sujeto del traje oscuro y sombrero.
La desangrada anciana cayó sobre el pavimento repleto de escombros y basura, los trabajadores del ferrocarril que se percataron de lo acontecido, mas unos cuantos transeúntes y viajeros, corrieron a socorrerla, pero ya era demasiado tarde. El hombre de traje oscuro y sombrero abordó su tren sin prestar atención al alboroto que a sus espaldas observó.
El tren llegó sin contratiempos a la capital, mientras que en la alejada provincia donde estos hechos ocurrieron, unas pocas persona, tal vez dos o tres trabajadores del cementerio mas el cura, sepultaban en un pobre y húmedo cajón de madera, a una anciana que nadie conocía y que sólo Dios si existe recordará; pues el personaje de traje oscuro y sombrero en la muerte de otros seguirá pensando.
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