Tengo que llorar. Debo llorar; es un imperativo para poder seguir haciendo lo que no puedo hacer. También podría vomitar, aunque eso sería más asqueroso y lo que es peor, poco común. La gente no vomita cuando no puede concentrarse.
Ya seguí las instrucciones de Cortázar. De verdad lo hice y al pie de la letra, pero no pasó nada.
Capaz tenga que apretarme los dedos con la puerta.
Es raro que me pase esto. Por lo general soy de lágrimas fáciles. Lloro bastante seguido y a veces hasta alevosamente, y no por cosas muy tristes; he llegado al extremo de llorar leyendo Sor Juana Inés de la Cruz.
Pero ahora simplemente no puedo y me está molestando mucho. Tendría que esta haciendo otras cosas importantes y no logro pensar con claridad a causa de este llanto se rehúsa a explotar. Estoy apurada. Las lágrimas creen que puedo sentarme y esperar que aparezcan. No puedo. Ya dije que estoy apurada; es el ritmo de vida del mundo globalizado. Uno no tiene tiempo ni para esperar a sus propias lágrimas.
Podría gritar o pegarle furiosamente a las paredes, pero no me siento especialmente violenta hoy y, además, se presenta el problema de los vecinos (otra vez la globalización, ¿por qué carajo viviremos todos amontonados?).
Así que sin otro recurso a disposición, me decidí por escribir una carta, aunque sin un destinatario en particular. Es que ¿a quién puede interesarle leer una carta acerca de mi imposibilidad para llorar?. Sin embargo, si esta carta fuese dirigida a alguien, sería a mi córnea y pupilas, pero desgraciadamente ellas se muestran bastante apáticas por el momento por lo que estas líneas son mero intento de libre expresión frustrado ya que, cómo se habrán dado cuenta, no puedo expresar lo que verdaderamente me está incomodando ni tengo intenciones de hacerlo. Así que de antemano les pido disculpas. De todas formas, no se trata de nada original y es quizás por eso que no se lo menciono, o no te lo menciono, ¿por qué dirigirme a un lector plural?, o mejor dicho, no lo menciono porque probablemente este papel va a terminar en el tacho de la basura o como máximo olvidado en mi cuaderno y nadie nunca lo llegará a leer.
No es que espero que alguien lea esto. Al contrario, odiaría que lo hiciera, de verdad. Y no escribo dirigiéndome a lectores inexistentes porque deseo en el fondo de mi inconsciente, que existan, como seguro ustedes están imaginando. ¡Basta de psicoanalizarme!, están empezando a irritarme con su silencio y sus pensamientos dequeentiendenloquemepasa. Ustedes no entienden nada, yo escribo así porque tengo ganas. Este es un país casi libre y tengo derecho a hacerlo.
Tengo que volver a concentrarme en mi llanto. Tiene que ser a moco tendido, y sonar fuerte y patético como la mayoría de los llantos que surgen por estas causas. (Ya dije que no voy a decir cuál). Tiene que dejarme la nariz toda roja y los ojos hinchados como de sapo.
Si, así tendría que ser. Capaz si me imagino que lloro termino llorando de verdad.
También podría pensar que se muere mi gato; siempre lloro cuando imagino que lo choca un camión (ya les dije que soy llorona). No crean que soy morbosa. O créanlo. Sinceramente, no me importa. Si total es verdad que a veces me imagino eso, y mi gato ni siquiera vive. Está bien, ya sé que no tengo gato, pero siempre quise uno, y si lo tuviera seguro lloraría mucho si lo aplastara un camión, aunque, en realidad, los gatos no me gustan para nada.
Es esa mirada que ponen, que hasta a veces me da ganas de llorar. Ahí está, podría pensar en la mirada de los gatos. En lo que si no voy a pensar es sus ojos y no voy a pensar en sus ojos porque “sus ojos” no existe. No se preocupen, ya sé en lo que se están imaginando, y ni siquiera me voy a molestar en intentar disuadirlos.
Podría agarrar una goma ahora y ustedes nunca se enterarían. Podría también borrar lo del mi gato muerto, pero soy honesta. Quiero que realmente me conozcan como soy: Los gatos no me gustan.
Bueno, como parece que no voy a lograr llorar, voy a dejar de importunarlos. Seguramente tienen muchas cosas que hacer y yo también. No hay tiempo en este mundo post-moderno.
No hay tiempo para leer sobre gatos que no mueren, lágrimas que se niegan a aparecer y ojos que no existen, que no pasaron por al lado sin posarse ni un segundo en mí.
|