Nueve tiempos verbales tenemos en español; en húngaro solo tres; Eliot sostenía que el tiempo es un eterno presente; Einstein, que no existe: una ilusión humana. Y si Vallejo tiene razón: «¡Y si después de tantas palabras no sobrevive la palabra!» La materia se atrae y se transforma…
(De repente) una chica bella me saca de mis cavilaciones y me bloquea el paso. Sus palabras sonaron definitivas y graves: « ¿no te acuerdas de mí? Has un esfuerzo. Te doy una pista: ese letrero».
- Eres idéntica a Sofía Loren joven –apuré a contestarle- pero seguro no te conozco. Ahí dice DENTISTA. ¿Conoces al don Juan de mi dentista?
- A tu dentista lo maté hace dos años y me costó US $100.000…
- ¡Estás loca! –aseguré-.
Bastaba con mirarla para saber que el crimen y el resto eran ciertos. Entre más resolvía no querer saber nada y marcharme, más me azuzaban las preguntas. Nada es más vulnerable que un hombre ante un secreto.
A falta de mejor estrategia seguí su juego de pistas. En media hora, el desconcierto y el caos eran lo único que quedaba. La sensación de atracción, también. No había logrado desarropar nada ni del crimen ni de su identidad precisamente por el afán de saberlos. Hay misterios tan simples que paralizan cualquier cerebro.
Estoy pensando que no debería contar el resto de esta historia. Cada historia contada es un pedazo de alma que uno reparte y que no puede volver a usar para sí. Cuento; o no cuento… ¿por qué debería arriesgarme?
Ay, mi amor, déjame saber quién eres que no puedo más, imploraba.
Entonces, se inclinó sobre mí, se acortó a cero la distancia de sus labios y mis labios, se encendió el fulgor de su aliento y, al final… «Míreme a los ojos y júreme que no se acuerda de mí» –me dijo con voz dulce besándome-.
No me atreví a contradecirla con un no. Como un niño que no acierta una adivinanza, salí con una babosada… no quiero seguir contando.
Odontólogo (?!)
A ese lo maté hace dos años. Fui él y ahora soy yo la bella.