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Muchas veces había imaginado su silueta en movimiento. Sin embargo era sólo una estatuilla. Le encantaba su color y su forma. Estaba feliz de tenerla nuevamente en su poder.
El gato rojo seguía en la mesa, pero ahora sus ojos estaban sobre ella. La miraba con ternura. En ocasiones sentía culpa por elegir prostitutas, pero una vez que completaba el acto se sentía mejor. Había probado con travestis, pero no era lo mismo. No sentía la misma conexión. La culminación no era tan exquisita. Además, esa mujer era realmente hermosa. La había conocido en la esquina del pecado. Como tantas otras noches, había ido a buscar buena compañía. Esa dulce dama lo sedujo al instante. La tomó y la llevó a un bar. Durante horas intercambiaron miradas. Las copas completaron la escena. A pesar de pagar por sus servicios, a él le encantaba ese juego de seducción.
Ahora estaba dormida. Tenía las manos atadas. Seguramente no tendría fuerza para resistirse.
El ansia comenzaba a perturbarlo. Se sentó sobre la cama y le acarició el pelo. Sus rubios rulos estaban bien cuidados. La excitación empezaba a estremecerlo.
Largas horas esperando ese momento. La sed lo estaba atormentando. Estaba empezando a temblar de emoción al tenerla tan cerca.
Podía percibir cada detalle de su respiración. La sentía tan cercana que le parecía propia. Cada suspiro era una invitación. La serenidad de su rostro le trajo a su mente otras caras. Jóvenes vírgenes seducidas por el fabricante de mentiras. Inocentes niñas engañadas por el gran simulador.
Pasó su lengua por su mejilla derecha y luego por la izquierda. Sus ojos estaban inyectados en sangre. Intentó calmarse haciendo uso de toda su fuerza, pero en su pecho un dolor intenso lo empujaba a tomarla.
Cuando logró serenarse, notó el crucifijo que colgaba de su cuello. Tonto símbolo religioso, pensó. Como si el diablo sintiera miedo ante la presencia de Dios. Estupideces humanas transmitidas de generación en generación. Con brutalidad le quitó el objeto brillante y lo arrojó hacia un rincón.
Con el revés de su mano tocó la zona donde antes había estado la cadena. Estaba roja por la violencia que había utilizado, pero no sangraba. Sin embargo podía oler su esencia.
Se quitó la camisa y la tiró al piso. La excitación era insoportable. Parecía un gato en celo, recorriendo sombríos tejados. Entonces dejó fluir su poder oculto y la tomó.
Un placer indescriptible lo desbordó. Una furia descontrolada lo arrastró a saciar sus más bajos instintos.
Ella no se pudo resistir. Era como una muñeca en sus manos. Estaba asistiendo a su espectáculo y él estaba haciendo su mejor papel. El sádico rol que tanto adoraba.
Cuando por fin terminó, el ansia había cesado. Como tantas otras noches se sentía satisfecho. La observó una vez más, pero ya no había ni una gota de vida en ella.
Se acercaba el amanecer. Tenía que volver. Se vistió rápido. Tomó la estatuilla y fue a buscar refugio en su hogar. En las sombras. |
Texto agregado el 20-08-2005, y leído por 236
visitantes. (1 voto)
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Lectores Opinan |
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08-03-2006 |
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Aunque el contenido no es del todo de mi agrado su forma es correcta. chaja |
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06-02-2006 |
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sádica locura*****
me gusto el clima que le diste bender monica-escritora-erotica |
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04-01-2006 |
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como una copa de champaña: una sensación de placer que se acaba con 2 sorbos... turcoplier |
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02-09-2005 |
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Un relato de buen lenguaje y va adquiriendo una carga emocional, de impacto y morbo intenso a medida que transcurre el relato. muy buenas ideas compactadas. quizas está demás el colocar textualmente la palabra "sádico". eso el lector tiene que incluirla solo al leer la historia. plACebO |
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