-¿Cuánto vale tu corazón? – preguntó susurrando-.
Dos millones de tus besos, contesté.
-No tengo todo ese efectivo encima, ¿me recibes un cheque? –replicó-.
¿Cómo está la cuenta en tu banco sentimental?, interrogué.
- ¡Saldo verde!.
Acepté, exigí eso sí un adelanto, y nos amamos esa noche.
Al día siguiente cuando realicé la consignación el documento rebotó. Insistí y volvió a rebotar. Desde entonces la busco, se llevó para siempre mi órgano vital y dejó a cambio una promesa vacía, nunca dije nada a las autoridades.