La Puerta Fatal


Ten cuidado con tus sueños: son la sirena de las almas.
Ella canta. Nos llama. La seguimos y jamás retornamos.
Gustave Flaubert

En su sueño, Charles se encontraba en una habitación completamente blanca donde había un catre verde. Sobre esa modesta cama, dormía y soñaba un segundo sueño.
En esta última trama onírica, un jinete vestido íntegramente de rojo galopaba hacia él. Indefenso, echó a correr por los claustros de un castillo medieval; la aguda espada damasquina del caballero lo rozó, pero Charles cruzó el umbral de una pesada puerta de hierro y despertó dentro de su primer sueño.
En el catre verde, estaba el soñador sobresaltado. Lentamente se incorporó y contempló, un poco asustado, la inmaculada habitación blanca. En ese espacio donde el piso, las paredes y el techo se fundían en una alba neblina, una puerta ubicada a unos pocos pasos de su lecho llamó su atención. Caminó hacia ella y con los ojos cerrados giró la perilla y cruzó el umbral.
En ese preciso instante, Charles se despertó. Estaba tendido sobre su cama, dentro de su habitación. ¡Qué pesadilla! Pensó mientras abandonaba su cama y caminaba hacia el baño. Sin embargo, antes de traspasar el umbral de su puerta se detuvo a meditar unos segundos: - ¿No será este mundo real otra trama surreal? ¿Cuál será mi suerte si cruzo la puerta fatal?...¡Pero por favor! ¡Qué pavadas estoy diciendo!-Exclamó luego.
En-tonces, justo cuando cruzó el umbral de la puerta, un jinete rojo apareció galopando furiosamente y esto fue lo último que Charles pudo ver, porque una aguda espada de metal atravesó su corazón.