He dormido muy poco, la semana pasada anduve como perro a lo largo del territorio, conocí a gente que quiere trabajo (incluso yo mismo, jeje). A donde quiera que fuí siempre había la presencia de un cuerpo vacío, de un nombre que ya no se menciona, de alguna familia que un día se fue para el otro lado y que desde hace tiempo no regresa.

Con mi compañero llegamos como candidatos (en busca de su voto para alcanzar la diputación) a hablar de apoyos, de convocatorias, oportunidades, asistencias técnicas, etcétera. Ellos escuchan sin decir palabra, se han acostumbrado a tanta mentira y prefieren fingir demencia.

Ellas dicen que en las fiestas del pueblo el ambiente se tensa. Los que se han quedado buscan rostros perdidos que bajan del autobús, se escuchan carcajadas y llantos inundan las calles con la tormenta que baja del norte. Ellas dicen que hay gente que no vuelve. Sus casas se llenan de yerba, la pintura que se cae traza países y playas de colores, las gallinas de los vecinos entran a comer donde antes jugaban los nuevos gringos y los perros duermen largamente sobre las albarradas.

Candy siembra flores desde niña, su abuelo las cuidaba y todos sus primos y hermanas saben la actividad. Le prometió a su abuelo que algún día ella tendría un vivero para sembrar muchas flores que luego vendería en el mercado de Mérida, le dijo que ganaría mucho dinero y con eso compraría dulces para ella y sus hermanos. Ella enmudece y respira profundo al recordar que a la casa de su hermano se le han roto las puertas, por donde salen los pavos cada mañana.


(Maní, Yucatán, México)