Me equivoco, y mucho.
Tengo la estúpida tendencia a meterme en problemas que sólo uno de cada cien individuos posee. O tal vez mil.
No está mal, porque cuando el tiempo pasa, te queda el regusto cínico de reirte de tu propio comportamiento en el pasado. Aunque en la mayoría de los casos reirte sólo sea un proceso curativo, no la herida cicatrizada.
Y me pierdo mucho. No me refiero en el coche, ni caminando... que ya tengo asumido que mi sentido de la orientación rodó por suelo al nacer, y nadie se preocupó por encontrarlo...
Me refiero realmente a mi facilidad a perderme dentro de mi forma de sentir, y asfixiarme en un túnel del que no sé encontrar la salida.
Luego están mis errores de cálculo. Es decir... soy capaz de pasarme media vida sobrevolando mis sentimientos, y cuando decido apoyar mi cuerpo entero en ellos... no hay red que me recoja en la caída.
Eso me lleva a pensar que es más rentable lo primero que lo segundo, y que lo segundo suele ser mas arriesgado que lo primero.
Y triste, perdida, equivocada y con una amplia sensación de estupidez, me doy cuenta que por mucho que intente salir del túnel, no me apetece hacerlo, que prefiero dormirme apoyada en un montón de cajas de cartón y cubos de hierro oxidado, a respirar de nuevo.
Y mientras no me apetezca respirar, las palabras se me atraviesan en la garganta, y la pluma no se mueve al ritmo de mi alma... ni siquiera busco la inspiración que no tengo, sólo quiero dejar de tener cosas que decir.
Tan sólo éso quiero. Nada más que decir. |