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I

Esta historia habla de Juan, un campesino muy humilde, pero eso si, muy trabajador y honrado, como la mayoría de su pueblo. ¡Claro!, nunca tiene que faltar personas envidiosas y chocantes.

Juan era muy moreno, de estatura chica, pelo corto y negro, pero todos lo caracterizaban por su gran bigote negro, un bigote semejante al del generalísimo Zapata.

Juan el azabache, como todos del pueblo le llamaban, no con malicia, sino como de cariño, porque eso si, todos le tenían gran simpatía, y mucho respeto. Porque Juan no se metía con ellos, ni con sus vacas, ni con sus parcelas.

Un día muy caluroso, tiempo de nubes y lluvias. Juan tuvo muchas ansias de comer unas naranjas, de esas grandes que apenas caben e las manos, y que parecen explotar por la cantidad de jugo que tienen. ¡pero había un pequeño problema: ese no era tiempo de naranjas… pero Juan solo pensaba en comer, aunque sea solo una, pensaba y pensaba en esas migajas rechonchas de jugo de naranja, al pobre se le hacia agua la boca.

— ¿Qué haré? — pensaba en ahora en voz alta. Esas ansias de comer en fruta se convirtieron ahora en una obsesión. — ¿Qué haré? Repetía una y otra vez. De repente su carita se le ilumino. ¡Pero de alegría! porque recuerden que era muy moreno.
Su bigote negro pareció haber crecido mas de lo tanto que había pensado.

Pero, ¿Qué fue aquello de que se acordó? O ¿Qué pensó? En eso… Juan empezó a preparar su morral: un poco de tortillas duras y su bule con agua, se miro en el espejito roto que tenia, y se acomodo su bigote, y salio de su casa, ¡claro! No sin antes haber cerrado muy bien su puerta, y se fue caminando saludando a todas las personas que se encontraba en su camino, hasta perderse a través de las colinas.

Las horas pasaron y el jacalito de Juan, aun seguía cerrado, luego paso un día, luego otro y luego otro mas el jacalito todavía seguía cerrado

— ¿Han visto a Juan? ¿a donde fue Juan? ---preguntaban sus vecinos entre ellos. Muchos suponían que había ido a ver a su familia en el pueblo vecino, pero como no les dejo ningún recado, se empezaron a preocupar.

Jacinta, una amiga de muy especial de Juan, se ponía más nerviosa, ella sabia que Juan no había ido a ver sus parientes
—Jacinta! –le grito su mama— ¡Haz mas tortillas!—ella no se había dado cuenta que dejo de amasar y se quedo ida, pensando en Juan, y en donde podría haber ido.
— ¿Qué tal si le pico un víbora— su carita se ponía triste—¿que tal si se cayo en un barranco? — y empezó a ponerse nerviosa, porque Jacinta no solo quería a Juan como a un amigo, hacia tiempo que sentía algo muy especial, ya que desde la primera vez que lo vio, le cautivo su gran bigote, le empezó a hablar y todas las tardes iba a platicar con el, primero por prestos, de cómo alimentar a unos chivitos, o de cómo se hace esto o el otro, luego por simple gusto.


II

Juan se había acordado que a unos 50 Km. del pueblo, existía un cerrito muy empinado, de lejos se veía pelón, pero al acercarse mas, se apreciaba un solo arbolito, muy verde, y era como mágico, porque siempre estaba repleto de naranjas, pero había un problema… primera para llegar ahí, se tiene que cruzar un especie de desierto, tardas como 4 horas caminando, a través de la arena y cuidándose de las víboras cascabeles, porque cuando oyes un cascabelito, o una de dos, o te quedas quiete sito, quiete sito, y sin hacer ruido o pegas la carrera, ¡y patitas para que las quiero!

Luego tienes que bajar por un barranco, y ahí esta: aquel cerrito en todo su esplendor, el problema es: subir, irse agarrando de los matorrales y piedras unos 20 metros, hasta llegar a la cima. OH!! ¡Pero esas naranjas! Lo valía, unas naranjas rechonchas que apenas caben en la mano, como el se las había imaginado.

III

Hacia 4 días que Juan no aparecía— ni sus luces— como la gente empezaba a decir — ¡ni sus luces! El sol ya se había ocultado y de pronto un hombre, todo desgarrapatado, barba sin afeitar, despeinado con un gran bigote, y un morral lleno de cosas, corría hacia el jacal de Juan. ¿Pero quien era ese hombre? Cada vez se acercaba más y por fin se distinguió: Era Juan.

Todo esto lo vio Casimiro, estaba sentado pelando unos elotes, como era su vecino y según su quesque amigo, porque mas que aprecio le tenia envidia, y envidia de la mala, le envidiaba que todos querían a Juan, y nadie lo quería a el, y cuando vio a Juan en esas fachas, de cómo venia desarrapado y corriendo agitadamente a su jacal, le entro una curiosidad y fue a verlo.

— ¡Que paso Azabache! — Le grito Casimiro a Juan— onda andabas, nos tienes con el Jesús en la boca— Juan lo veía hondamente tratando de encontrar una explicación.
—Esque me perdí
— A pos que bartolo eres, ¿y que trais ahí? — le dijo señalando el morral.
—Cosas mías— jalando el morral hacia el, — Casimiro lo miro con recelo y dijo:
— ta bueno, pos me tengo que ir, — y salio bruscamente del jacalito de Juan, no sin antes haber escupido a lado de la puerta.

Cuando Casimiro se fue, Juan cerro su puerta y encendió una vela, su respiración volvió a agitarse un poco, le sudaban las manos y la frente, estaba nervioso, hecho el morral en su mesa y metió sus morenas manos a el, y saco 3 esferas que resplandecieron su humilde jacalito, por el reflejo de la velita que había prendido, luego las puso en la mesa., a simple vista daban la apariencia de ser unas naranjas, pero no podrían ser naranjas, porque estas no eran de color naranja, era de color dorado.
—Es cierto… son naranjas de oro— Juan susurro en voz baja.
En la mañana siguiente unos fuertes toquidos despertaron el profundo sueño a Juan.
— ¿Quién podría ser tan de mañana? pensó a la vez que bostezaba, se levanto rápidamente de su catre y fue abrir la puerta, no sin antes echarse un poco de agua, para despertar mejor. Cuando abrió se dio cuenta que se trataba de Jacinta, que se abalanzo hacia el y lo abrazo fuertemente.
—Pensé que nunca regresarías— y unas lagrimitas se asomaron de sus lindos ojos color miel.
— No mujer, aquí estoy de vuelta— le dijo amablemente dándole un beso en su mejilla.
Quien sabe como paso pero a Jacinta se le fue la palabra que estaba pensando, una palabrita que dice “te quiero”, en ese momento hubo un gran silencio y Jacinta volteo su mirada a los ojos de Juan, y se puso roja, roja, como si hubiera dicho algo malo y espero la reacción de Juan, y en su cara de el, una sonrisita se dibujo…

— ¿Me quieres? — le pregunto a Jacinta, y Jacinta otra vez se puso roja, como tomate, y tímidamente dijo que si, Juan se quedo pensando y se aliso su gran bigote negro que tenia y por fin dijo: ¿te quieres casar conmigo? Y un “sí” envolvió al jacalito de Juan.

IV

Cuetes y requinteos de la campana de la iglesia del pueblo sonaban a lo lejos, festejando la boda de Juan y Jacinta, todo el mundo estaba feliz y bailaba al ritmo de la banda de viento, y empanzándose de pulque y barbacoa. Ese día nadie durmió por los festejos, todos estimaban a Jacinta, todos estaban felices, a excepción claro esta, de Casimiro, el envidioso amigo de Juan.
Refunfuñaba y maldecía a Juan y Jacinta, sentía odio, celos hacia ellos, aunque estaba destrozado, su amor platónico, Jacinta, al que siempre estuvo enamorado de ella, se casaba con Juan, ¿pero como alguien se iba a fijar en Casimiro? Si era un hombre aparte de flojo, muy chismoso, ladino y tenía la fama de borracho.

Así fue como Casimiro le tuvo mas odio a jacinto.

V

Antes de casarse con Jacinta, ella le pregunto a Juan ¿Qué había pasado durante el tiempo que no estuvo? Juan cerró su jacal, se sentó a lado de Jacinta y le empezó a contar en voz baja lo que le sucedido:

— Bueno, yo tenia unas ganas tremendas de comer unas naranjas, esas naranjas rechonchas que apenas caben en las manos, pero no encontraba la forma de obtener alguna, luego me acorde de un lugar al que mi papa me llevaba cuando era pequeño, en ese lugar había un cerrito y en su cima un naranjo, al que todo el año estaba cargado de naranjas, así que aliste mis cosas y partí hacia aya, lo malo que estaba muy lejos, es un día entero de camino, y cuando ya había devisado el cerrito, un zopilote empezó a girar en el cielo en forma de círculos, cada vez se acercaba mas y mas hacia mi, entonces, como iba mirando hacia arriba, me tropecé y caí hacia el fondo de un barranco, rodé no se cuanto tiempo, y me desmaye.

Cuando desperté alguien me llamo por ni nombre: “Juan, Juan” y yo miraba alrededor mió y no había nadie, luego la voz empezó a decir que subiera el cerro, la verdad estaba temblando de miedo, pero algo dentro de mi, me arrastraba a obedecer la orden, cuando escale el cerrito y por fin pude llegar arriba, vi un naranjo, pero estaba totalmente seco, ni una hojita tenia, y ahí estaba el zopilote que había visto, posado en una rama, era un zopilote horroroso, con plumas negras y su cuello pelón, y unas garras y picos enormes, unos ojos del color del cielo, yo estaba ahí, parado frente al naranjo seco, y enfrente de esa bestia, estaba temblando de miedo, luego el zopilote abrió su pico y me empezó a hablar, aunque quería correr, algo me impedía a bajar de ahí, lo que el zopilote me dijo fue:
— “ tu has sido elegido para cuidar el naranjo de oro” —y un gran Croaw grito, y prosiguió— toma estas 3 naranjas que cuelgan— y fue ahí cuando vi 3 esferas doradas en forma de naranjas, que en realidad eran oro puro, el zopilote continuo diciéndome — con una compra las parcelas y animales para ti, con otra manda ayudar a todas las personas que necesiten algo y a la tercera entiérrala en algún lugar de tu casa y veras crecer un naranjito, todos los años estará frondoso y por lo menos una ves al año, brotara una naranja de oro, con ese oro, ayuda otra vez a todas las personas que puedas. Pero ten cuidado!, el día que el árbol muera, morirás también.

—Cuando termino de decir eso, tome mi morral y eche esas naranjas dentro de el, y sin pensarlo dos empecé a correr, corrí y corrí desde ese lugar hasta mi jacal. Ahora las tengo guardadas, pero inmediatamente que nos casemos, empezare con la orden que me dio ese zopilote.





VI

Y así lo hizo, una vez casados, Juan compro unas parcelas y unas vacas, y empezó a ayudar a los más necesitados de su pueblo, niños, mujeres, ancianos tenían por fin algo que comer. Por su lado Juan enterró en el patio de su casita, porque ya no era un jacal, y la última naranja de oro la enterró muy profundo tapándola muy cuidadosamente, borrando cualquier evidencia de haber enterrado algo.
Y así paso un largo periodo de tiempo, y como por arte de magia, empezó a retoñar un arbolito de naranjo. Para ese tiempo, Juan, ya era uno de los mas ricos del pueblo, pero el, era el mismo: honrado y de buen corazón, que en cualquier oportunidad ayudaba a la gente, y si alguien lo veía a simple vista, no veían a alguien que tenia parcelas de cultivo y ganado, no, veían al indio azabache, con sus huaraches de cuero y su inseparable morral.

Todos eran amigos de Juan y Jacinta, niños, señores, señoras y el cura del pueblo, todos a excepción de Casimiro, que también cuando estaba con ellos, se mostraba cordial, casi empalagosamente, pero cuando no estaban ellos, hablaba mil injurias contra ellos, llego hasta decir que habían echo pacto con el diablo, que le robo a su amada, que todo lo que tenia se lo debían a el, o cosas por el estilo.

VII

El tiempo paso y el naranjo que planto Juan, se convirtió en un arbolote enorme, siempre estaba verde y no había día que no diera unas naranjas rechonchas.

Era tan hermoso ese árbol, que el pueblo se le empezó a nombrar “el naranjo”, porque aparte de estar en la propiedad del “buen Juan” como ahora todos le decían, corría el rumor que daba naranjas de oro, claro, esa historia se convirtió en solo una leyenda, porque nadie había visto alguna naranja de ese material tan preciado, así que no eran mas que rumores.

Un día Casimiro encuentra Juan y lo invita a tomar pulque, Juan pensativo se aliso su gran bigote negro y acepto, en la pulquería, todos gritaron: ¡ahí viene Juan, Bravo! y la gente silbaba de alegría. No vio en que momento, Casimiro le echo unas cosas a la jarra de pulque de Juan, y no se percato que estaba tomando algo que atontaba fuertemente a la cabeza, y fue ahí que le contó lo que le había pasado hace ya 12 años, y sobre el secreto del naranjo y cuando termino de decir eso, cayo profundamente dormido

VIII

Y ahí estaba a la luz de la luna, una cara de odio agarrando una hacha muy filosa, enfrente del naranjo de Juan, si, era Casimiro, sabia que si exterminaba al árbol, Juan moriría y eso es lo que tanto tiempo soñó… levanto el hacha y con todas las fuerzas que pudo juntar, le aseto un golpe al árbol, y otro y otro mas, una leve brisa de aire hizo mover las hojas del árbol, y de repente el árbol se balanceaba hacia un lado. Casimiro reía al ver caer el árbol, apoyándose en su hacha, respiro profundo, observando la escena del naranjo muerto.

Pero en esos instantes sintió un gran escalofrió, oyó un aleteo y se percato que en una rama del naranjo caído posaba un zopilote, el mismo que había visto Juan, lo pudo distinguir por la luz de la luna, y ahí estaba mirándolo fijamente, con unos ojos ahora rojos, que parecían brillar y saltar —Crow— chillo el zopilote, y dos veces mas, Casimiro sintió que desfallecía del miedo— su ultimo chillido de esa repugnante ave, se pareció mas a una palabra que a un graznido, y Casimiro lo pudo entender muy bien, el zopilote le dijo: — morirás.

IX

Todo el pueblo lloro y la banda de viento tocaba una nota fúnebre y triste, lloraron los niños, señores, señoras y el cura del pueblo. Juan había muerto, amaneció Asi, sin vida, parece que su muerte fue rápida, sin dolor, el cura decía que Dios se lo había llevado. Jacinta estaba desconsolada, sabia lo que realmente paso, había encontrado el naranjo cortado y misteriosamente desapareció Casimiro, claro que la gente ni se percato de que no estaba, porque era una de las personas que nadie le importaba

Todo el pueblo fue al entierro de Juan, y se le cumplió su ultimo deseo, el cual era ser enterrado en cualquier parte del campo, sin lapidas, ni nada de eso, al natural. Jacinta se encargo de escoger un lindo claro del bosque, y ahí estaba todo el mundo alrededor del sepelio, llorando, tristes, lamentando el haber perdido aquel hombre tan bueno y honrado, que no se metía con ellos, ni con sus parcelas, ni con sus animales y que ayudo a tanta gente. Ese hombre tan moreno y con su gran bigote negro, ya no lo verían mas, pero así es la vida, todo lo que esta, algún día se tiene que ir.

En el lugar que lo enterraron, crecieron muchas flores silvestres, y ahí esta, creciendo ese naranjito, este se convertirá en un gran árbol frondoso, que dará unas naranjas rechonchas que apenas cabrán en la mano…

Texto agregado el 19-08-2005, y leído por 1842 visitantes. (0 votos)


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