5 de noviembre:
Estoy escribiendo en la madrugada, con una extraña esperanza rondando mi corazón
Si antes reinaba la oscuridad y el pesar en mi alma, esta noche siento que Dios me ha escuchado.
Estaba completamente despierta cuando escuché ruidos en la habitación de mi hijo. Desperté a José, y me dijo que había sido mi imaginación. Simulé haberme quedado dormida y decidí investigar: Cual no sería mi sorpresa al contemplar a alguien tendido en la cama, alguien dormía plácidamente y roncaba con dulzura.
—Eres tú, hijo- pregunté.
Pero no hubo respuesta, me acerqué al lecho y puse mi manos sobre el cuerpo yaciente: Era él, dormía. había regresado. Sentí su piel, acaricié su rostro. Maldito José, él no sabía nada de medicina, Tito solamente dormía después del largo viaje; pudo haber caído en una especie de trance. Despertaré a José y le mostraré lo equivocado que estaba.
Regresé a la habitación con mi esposo y nos acercamos a su habitación: —No había nada... mi hijo había desaparecido. ¿He soñado dormida o estaré irremediablemente enloqueciendo?
Mi esposo me ha dicho que salga fuera de la ciudad, al campo. El aire fresco me hará muy bien. Desea que pase algunos días en el fundo. Me he negado, le he dicho que me quedaré a esperar, se ha enfadado y me ha gritado: —Tito está muerto, aunque su cadáver este desaparecido.
Yo lo he tocado y le he visto, y tengo la hermosa idea de que nada de esto ha sido un sueño.
Por la tarde
¡Qué felicidad! ¡No solamente yo he visto a mi hijo! Al amanecer, el Señor Correa ha llegado sobresaltado y visiblemente aterrado: —Lo ha visto anoche. Lo visitó y golpeó su puerta. Pero el muy imbécil sintió miedo y no le permitió entrar.
¡Qué ha dicho el idiota de mi esposo! Siento deseos de matarlo es un ignorante... Mi hijo no es un espanto, tales criaturas no existen más que en las historias de horror y en las leyendas. ¡Mi hijo vive!
Dios lo traerá a mi lado, sé muy bien que no puede estar lejos.
He discutido con José, él parece sentir miedo de que mi niño regrese.
—Si ha regresado, debe volver a su tumba, es una abominación ante los ojos de Dios.
—Maldito, ahora estoy completamente segura de que tú fuiste el que intentó matarlo.
—Te has vuelto loca mujer... Está bien ¿quieres saber lo que estaba haciendo tu hijo, la noche antes de morir?
Asentí casi gritando y José completamente exaltado y violento, me llevó a la habitación de Tito y me mostró un manuscrito dejado por mi hijo. Estaba escrito en un papel amarillento y con mano temblorosa:
El principio de todo arte superior esta en la muerte. La muerte es el principio de la búsqueda del mago, de su negrura debe extraer la luz. Es aquella luz es la llama de la antigua filosofía, el principio del alzamiento de aquellos que surcan los aires, el canto del desolado en procesión hacia su reino purpúreo.
La muerte de Dios se oculta en las entrañas del olvido.
Desciende lento y siente el poder del fuego, el nuevo siglo nos espera.
Después de leer el manuscrito comprendí que mi hijo se había arrojado a los brazos de la muerte en busca de algo. No encontraba nada abominable, ni sacrílego en aquellas letras. Pero mi esposo gritaba que nuestro hijo se había convertido en un nigromante, y que pronto vendría a asesinarnos.
—Satanás lo ha levantado de su sepulcro— gritaba—. Sí regresa a casa lo devolveré al infierno.
Entonces llegó la noche y temo que no podré describir con palabras todo lo que sucedió.
José se había vuelto cómo un loco y llamó a un grupo de vecinos: El padre Corza, el sargento Mendoza, el señor Correa y algunos malditos que nunca había visto en Rancagua. El reloj marcó la medianoche y un viento helado pasó a través de mi cuerpo, sentí una voz que me llamaba desde afuera de mi habitación. Abrí el ventanal y salí al exterior y vi a una mujer. La misma que había visto en el funeral de mi hijo:
—Ya viene— me dijo—. Ya viene— volvía a repetir. Entonces la Mujer se elevó por los aires y tomó la forma de un chotacabras y voló lejos llevándose su Arte y sus secretos.
Los hombres que esperaban dentro de mi casa se espantaron al verme en el exterior y José utilizó su fuerza para encerrarme en la habitación donde se encontraba su escritorio. Escuche pasos en el largo zaguán, eran pasos descalzos y delicados : —¡Tito!— grité. Sabía que era mi hijo, y no podía evitar que ésos malditos lo lastimaran. Escuché su voz gimiendo: Madre ayúdame. Mientras los malditos se abalanzaron sobre él. Fue entonces cuando llegó el silencio y escuché la voz de José ordenando: —Traigan a Rosario para que vea por última vez a su hijo.
Mi hijo estaba encadenado, los hombres lo habían atrapado... No era el mismo: Sus ojos habían desaparecido; sus cuencas desnudas estaban frente a mí, atisbándome desde su negrura. Despellejado en un amasijo de carne viva y músculos libres, gimiendo como una bestia. Y su hedor era tan insoportable...
Mamá, ayúdame mamá
Entonces vi que su padre me miró, y con un tono sarcástico me preguntó: ¿Quieres que tu hijo viva?
—¡Tú decides!
Con lágrimas en los ojos, vi como los hombres se llevaban a aquella bestia en la que se había convertido mi hijo al mausoleo de la familia. Lo encadenaron y lo pusieron en un nuevo ataúd sin ornamentos, Luego sellaron el sepulcro con una placa de acero y cemento. El gótico mausoleo fue herméticamente sellado y no hubo un epitafio, ni siquiera una fecha grabada en la fría pared donde mi hijo había sido sepultado por segunda vez.
¡Dios nos perdone!
Mi hijo fue sepultado como un demoniaco remedo de un ser humano. ¡Aun estaba vivo cuando cerraron el sepulcro! Y durante mucho tiempo los sepultureros escucharon aterrados:
Mamá, libérame.
FIN
Diciembre, 2002, Florida, USA |