Resecando el color de tus caricias,
marchitando tus ojos con gemidos abstractos,
la herida que derrama esas lágrimas insensatas,
el desierto salvaje de arenas impenetrables.
Esqueleto que se cubre de desconsuelos,
que identifica los malolientes juegos del destino,
y justifica sus acciones, cargándose la culpa,
pero las sombras ligeras, poco descansan en su luz.
Presa indomable, que financia con el azar,
no pidas este nombre, si no lo podrás incorporar,
si tu piel del alma, perderá una vez más, tus suelos,
si solo dejas que te sueñe, y tú no me sueñas ni en desvelos.
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