Veme aquí, sentada
estancada en un antro. En un bar.
Pensando,
mientras el humo combina sus colores, desplazandose,
dando lugar a lo real,
distinguiendo y haciendo notar,
que lo real es lo que veo, lo que vivo,
y no lo que pienso mientras el humo se entrelaza con la luz.
Observo y trato de estudiar,
la delgada línea donde los límites de lo imaginario, dejan de ser reales,
porque en un paralelo, vivo lo que es real, veo lo que es real, mientra que mi mente sique soñando. Ahora, noto que salgo, hacia un mundo que, quizas para mi edad, es difícil de decifrar con palabras sabias y concretando.
Sólo observo y mi mirada se centra en aquellos puntos que tanto me apasionan, en aquel aspecto que sólo uno mismo puede disfrutar. A lo real que uno puede llegar. En el vivir y en el gozar.
Pero y qué si eso no lo he de palpar?
Fracasaré el resto de mi andar?
Fracasaré al contemplar mi caida, la mera caida de un anelo, de mis ensoñecidas utopías,
que encaminados alguna vez decearon existir?
El sentido del respirar, del apreciar? el contenido de un mirar?
Que sucede, si al salir y mirar y proyectar y realizar, no permite más que el ahogo de tus aspiraciones.
Que futuro insierto yo diré. Y ya el andar no será con un ritmo conciso. Y temerle a ese ritmo yo seré. Yo seré nada más que uno más. Deceando que lo abstracto alguna vez sea lo que es. Deceando que lo conciso nada claro implicase. Deceando que los caminos me guíen hacia un futuro no tan insierto ni tan preciso.
Deceando que el azar no sea tan concreto como sus letras, y deceando lo mejor que pueda alcanzar, lo mejor que pueda vaciar y al mismo tiempo llenar.
y sólo así esperando no caer en lo redundante en lo incoherente y en lo inentendible.