De esta manera, Afrodita en compañía de sus hermanas, las diosas hijas de Hera y algunos guardianes, descendieron del Olimpo en caballos alados hasta las tierras de Grecia central y hallaronse de pronto en un singular paisaje de aquellas tierras donde bellos parajes abríanse a la curiosidad de aquella comitiva de los cielos.
Afrodita, por vez primera visitaba aquel mundo de los mortales y su ímpetu le impulsaba a recorrer con vivo placer y ansiedad lo recientemente descubierto. Su corazón juvenil se expandía y agitaba de emoción al sentir la atmósfera gentil que excitaba sus sentidos.
La diosa estaba feliz y complacida de que su padre le hubiese permitido descender hasta aquellos lugares que ignoraba. Sin embargo, las que no estaban muy felices eran sus hermanas, las cuales siempre habían envidiado la belleza y el favoritismo que su padre manifestaba hacia ella.
Ahora el rencor y la envidia de aquellas diosas era mayor al saber que Afrodita pronto sería adorada no sólo por el regente del Olimpo sino que también por los mortales como diosa sublime de la belleza y el amor.
Dominadas por el odio y el rencor, sus hermanas urdieron un terrible plan contra Afrodita, ellas acordaron dejarla abandonada a su suerte en aquellas tierras privándola de la virtud celestial de la inmortalidad y asimismo transformar su cabalgadura en un corcel común y corriente, sin la facultad de volar, para que no pudiese regresar por sus medios, al Olimpo, su morada celestial y natural. Luego de convencer a los guardias bajo engaños e inútiles promesas, las diosas hermana de
Afrodita ejecutaron su plan y dijéronle:
- Hermana nuestra, hemos de dejaros en este lugar, pues debemos regresar en este momento, ya hemos cumplido nuestra misión de acompañaros hasta este lugar que deseabais visitar como lo ordenó nuestro padre, Zeus.
- Pero hermanas mías, él ha dicho que debéis acompañarme y protegerme junto a los guardianes. ¿Por qué me abandonáis?.
- Porque os odiamos, sois la preferida de nuestro padre por vuestra belleza y nosotras hemos quedado huérfanas de su atención.
- No es verdad, él nos ama a todas nosotras y a nuestros hermanos por igual.
- No Afrodita, sólo recobraremos su amor si él ya no te ve más... sin ti, todo volverá a ser como antes, ya no estaréis para robar su amor.
- Por favor, os ruego, no me abandonéis aquí, que haré sola... no podré volar con mi Pegaso hasta el Olimpo.
- ¿Volar de regreso?, vuestro corcel ya no posee la facultad de volar, además hermana, vos habéis perdido la virtud de la inmortalidad de manera que pereceréis como cualquier mortal en esta tierra de muerte y oscuridad.
- Oh no; os lo ruego por vuestra madre Hera, por mi madre Dione, no me abandonéis aquí. Mi padre vivirá eternamente triste por mi pérdida.
- Adiós bella hermana Afrodita, vuestra belleza ha sido vuestra perdición.
Terminó diciendo la hermana conspiradora ordenando a sus otras hermanas y guardianes regresar al Monte del Olimpo, allí diría a Zeus, su padre, que Afrodita se había extraviado en aquellas tierras, víctima de sus juveniles impulsos e imprudencia. La joven y bella diosa al verse abandonada, comenzó a llorar desconsoladamente y alzando sus verdes ojos al cielo, clamó a su padre para que viniese a rescatarla. Pidió igualmente a Artemisa, la protectora de las jóvenes y hermana gemela de Apolo, hija de Leto que intercediera por ella.
Mas en el momento no fue escuchada y por largos instantes de desolación, el dolor y la angustia se apoderaron de ella.
Transcurrido aquello, comprendió que sólo debía esperar a que viniesen a buscarla y decidió buscar algún lugar más apropiado para refugiarse. Montó su magnifico corcel y comenzó aquella errática búsqueda aún sumida en una profunda tristeza. Luego de dirigirse hacia un lugar más claro alcanzó una planicie donde se encontró con un grupo de extraños guerreros que estaban dispersos, lejos de sus cabalgaduras desplazados por el suelo desnudo de vegetación.
Los hombres que. hallabanse aparentemente ebrios, sorprendieronse al verla y de inmediato el que parecía ser el jefe de aquella horda, la abordó:
Continuarà...
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