Tropieza la mirada,
con un silencio que en el tiempo
ha aprendido a dibujarse.
En la costumbre de encontrar razones,
es la ilusión la que confunde
y obliga a dejar a los cambios
sin posibilidad aparente.

No evité el golpe,
aun cuando era anunciado.
En medio de secuencias y consecuencias
los olvidos eran forzosos,
cedía para vivir
una irreal realidad
que más sabía de sombras
que de luces.
Temores que como niebla
van cubriendo con su manto
y no dejan observar las marcas,
señales difusas en mi vida,
no supe escoger la tinta
recordatorios que se esfuman,
desaparecen las huellas
que intentaba volver a seguir.

Los caminos se confunden,
si no existe una mirada
que dirija el avance.
Adentrado en laberintos,
me estrellaba con los muros
en total oscuridad.

Fue un rayo el que dibujó la ruta.
Avanzaba al precipicio,
después de desechar las esperanzas una a una.

Un momento.
Un segundo.
Decisión.
El fin del camino,
los ojos cerrados,
instante de caer.