Quiero hablarte de cuando las historias de amor eran historias de verdad. Quiero exponerte de forma clara, milimétrica y concisa todo el sucedáneo de cóctel en oferta que sostengo y ofrezco para servirme en los tiempos de hastío y aburrimiento. Sabes que esto es difícil, tú lo sabes bién, es como querer hacer pasar toda el agua de una gran cascada por un pequeño tubo receptor que haga las veces de bajante, y que eso no signifique un cambio en el entorno y su configuración. El resultante será bastante distinto del buscado. Es algo absolutamente trivial y difícil de resolver. La paradoja asalta siempre que se quiere resolver algo con uno mismo. Porqué de eso estoy hablando. ¿De qué sino? Estar subido en un avión o comer un desayuno europeo en alguna parte residencial de rotterdam, y darte cuenta de la misma cosa de modo distinto, y de lo difícil que es tratar de retenerlo en aquél instante, como ahora lo es el explicarlo.
Como un leve cosquilleo, un peso por el momento moderado encima el estómago, cerca el esternón, mientras me como las tostadas y el zumo de naranja, y es como si la rutina se apoderada de mis actos y ese apretón fuera como el ir de veintre a cierta hora del dia: Una obligación a la que se ha acostumbrado el cuerpo, fruto de la necesidad de desechar. Una costumbre de no gustar el entorno inmediato que me rodea: La verdad es que es muy senzillo, tanto como que soy así de frágil, de pequeño glotón, de “anxaneta” en un juego de naipes dispuesto a caer, preparado para caer, a la mínima. Y tan senzillo como que soy codicioso hasta la saciedad, más avaricioso aún, y que como ira y mastico egoísmo. Como que se considera que todo esto es algo malo, y que se puede ser bondadoso y no ser malvado al mismo tiempo, como que las palabraslas inventamos nosotros para lo que nos convino. Es una verdad tan difícil de asumir. Y es que todo lo que soy, todo lo que quiero ser, se lo debo a luchar contra mi mismo, a no querer ser lo que soy. Por eso podré ser un algun dia arquitecto, tener mujer y casa, agenda social y entretenimientos de lo más variopinto, y así es como yo, y la mayoría, esperamos llegar a un estado “do it yourself” dónde la felicidad y el bienestar venga producto de nuestro control casi mesiánico. Es inevitable que la imagen visual que se me aparece de todo esto, sea la de un mecenas del cine clássico de Hollywood, o la de un esbelto y soleado mafioso a lo Corrupción en Miami. Un avión surcando los cielos y la paranoia de caer. Pero sobretodo, la necesidad deconfiar en algo, de tener fe, la misma que te pedían para hacer la primera comunión, la que te decían que les debías a tus padres, a Dios, al mundo, a la esperanza. Y encima aquél cacharro de 20 metrosde largo y varias toneladas de peso, un pájaro de acero que por la voluptuosidad del asumpto, te recuerda fragmentos de história como los del Titánic, las catástrofes aeroespaciales,y tanots sucesos que te hacen ceer que el hombre no puede ser tan estúpido, que ha de haber algo más allá partícipe de todo el tinglado montado. Entonces te das cuenta que estás sujeto a algo, ni siquiera sabes a qué, pero sabes que es lo que llaman fe. Intentas anularlo, reírte de Dios, despedazarlo, rehusarlo, descartarlo, racionalizarlo todo y quedarte tan tranquilo, pero, ahí arriba, haciendo de pájaro cosmonauta, a pesar de ir cómodamente sentado, te das cuenta que no puedes, que necesitas, al igual que en las situaciones de máxima urgéncia, creer en algo, y a poder ser en algo que no exista, para asegurarte que nunca lo alcanzarás del todo y por lo tanto,de que seguirá ahí, a tú lado, haciendo de pantalla en dónde tu imaginación proyecta la película. Y resulta que todos tus problemas se aparecen como de lo más senzillo,tan simples,que siempre los has tenido al lado apunto para desmembrarlos, solo que no has querido. Y es que temes ser otro del que te han dicho que debes ser. Y de tan senzillo que es, te hincha las manos y te explota en tu estómago, pero si todo feura así no necesitarías todo el rato de tí mismo aquí, al acecho. Y es que en el fondo, nadie quiere matarse,aunque se esé dispuesto a morir por ser lo crees que debes ser, o por no serlo. Y por todo esto, solo puedes sentir misericorida, senmitr la proximidaddela gente, que por desgracia, sueles encontrar en relatos, en historias lejanas, en sucesos irremediables, pero nunca, a la luz tenue de un bar, entre copas, dónde dosamigoas y confidentes sevacían a si mismos,conla confianza delotro y de su comprensión. Eso, estan dificil porque nosotros mismos somos los primeros incapaces de hacerlo, de dejar de mirarnos el ombligo.Soñamos con un paraíso del que no nos hemos molestado en comprovar de veras si existía entre los nuestros,porque inmediatamente aparece un No como respuesta. Quizá lo que pido sea una insensatez, si, seguramente, pero así, hojeas los diarios y encuentras a toda clase aventureros llenos de coraje que han alcanzado la cima del Everest, se han lanzado al vacío desde las alturas, han caminado toda la Mongolia a pata coja, han hecho la vuelta al mundo en velero, y te preguntassi esa gente tendrámotivos másbuenos,ma´saltos que los touyos, pero basta conocer un poco uno, un poco tan solo, para ver que no, y que siempre has sido engañado por el mismo cuento, pero que pedir cuentas a los demás es una colosal estupidez. Aún así, ensanhcarte en un grupo de intrepidos buscadores como tú, formar un frente combatiente común hacia un enemigo invisible, hacerte revolucionario y contrarevolucionario, todo esto no es más que la búsqueda de un hogar, un símbolo común, una patria, un poco de estimación, sentirte parte de algo.
Todo se resume en un grito. Me olvidaba que antes del grito, todo se resume en palabrería, que beben de fuentes como el silencio,el amor, la esperanza,el deber.
Todo se resume en un grito. El llanto al nacer, el aullido al tomar conciencia de uno mismo, el rebuzno casi sin aire antes de expirar. Parece que si no hay grito no queda nada, y no es que no haya nada, que quede silencio, por así decirlo, sino que ya nada importa.
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