LA DAMA LLORONA
La dama lloraba, lloraba día y noche, meses y meses, años y años; nunca nadie la vio sonreír.
Sus lágrimas formaban cascadas, saltos grandes de agua, que se precipitaba desde lo alto hacía un abismo.
El sol trataba disuadirla, la acariciaba, la besaba, la abrazaba con cariño pero resultó todo en vano.
Entonces miles de pájaros revoloteaban alrededor suyo, le cantaban bellas melodías, trayéndole pañuelos plateados hechos de hilo de rocío para secar sus lágrimas, y no lograron nada.
Los colibríes vertían el néctar, traído en sus piquitos, sobre sus lágrimas; la dama sequía llorando...
Entonces intervino el viento; soplaba suavemente ariciándo su rostro, tratando de llevarse las lágrimas lejos, lejos, consolar a la dama y verla sonreír.
Pero mientras más soplaba e insistía en su propósito, más agua derramaba la dama.
Cansada la naturaleza en sus esfuerzos la dejó llorar...
“Victoria” tal era el nombre de la dama, con placer y alegría, proseguía vertiendo sus cristalinas y bulliciosas lágrimas al precipicio, que rodaban abismo abajo, formando una plateada cinta que se escurría con el nombre de “Río Iguazú” hacía el horizonte...
Y la dama llorona, sonreía bajo sus lágrimas, contenta que finalmente comprendieron que ella era la “Catarata de Iguazú” y que no podía parar su llanto.
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